Halle Berry atiende llamadas de emergencia, comete un error, queda traumada y el destino -fatalmente- le da otra oportunidad: debe intentar salvar a una chica secuestrada y detener a un asesino. Estamos en el terreno del género puro, del suspenso, del miedo a que pasen consas malas. Estamos, de paso, en el piso firme de la clase B, aunque este sea un film de presupuesto A. Esto no se dice con ironía sino con respeto: la clase B ha dado y da obras maestras. Si esta no lo es, responde más a cierta previsibilidad lógica ligada al tema y a que en algún punto los actores toman demasiado control de sus escenas, sin dejar que fluya realmente la trama como algo natural. Que sea convencional es lo de menos: esas “convenciones” nos permiten seguir con mayor empatía al personaje de la Berry (que está muy bien, en el amplio sentido del término, a pesar de los rulos) en lugar de estropearnos las sorpresas. Que importan menos que la tensión por la resolución de la intriga. De paso, Abigail Breslin también está perfecta como la víctima encerrada. Para sufrir con gusto.