A 4 manos

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

EL ARTE COMPARTIDO

Quien ha tenido la oportunidad de enfrentarse a un planteo artístico de cualquier clase, comprenderá rápidamente la diferencia radical que existe entre abordarlo de manera individual o de manera colaborativa. Las problemáticas son diferentes, sobre todo porque, en general, es mucho más fácil cuestionar el trabajo del otro que el de uno mismo. Es cierto que hay disciplinas que son fundamentalmente colectivas, como el cine, pero en las artes tradicionalmente individuales e individualistas, como la literatura (en Argentina tenemos el paradigmático caso del tándem Borges/Bioy) o las bellas artes, pareciera que trabajar en colaboración es algo extraño, inaudito, algo a construir. El documental A 4 manos, coproducido por UNTREFMEDIA junto con el Laboratorio Audiovisual de Investigación y Experimentación (LaIE) de la Maestría en Periodismo Documental, explora un poco la cuestión de la pintura y el dibujo en colaboración, contando las experiencias de dos parejas de artistas: Felipe “Yuyo” Noé y Eduardo Stupía, de un lado. Guillermo Roux y Carlos Alonso, del otro.

Luego de un comienzo un tanto confuso (no queda claro quién es quién, ni quién presenta qué cosa), la película de Osvaldo Tcheraski se acomoda rápidamente en las cuestiones en las que le interesa indagar, es que su corta duración no le deja espacio para el divague. Queda clarísimo que en A 4 manos no interesa la búsqueda formal, sino más bien que quede expresado con claridad el contenido y que quede planteado el debate, es decir, pareciera que se busca una técnica documental correcta y precisa que tampoco agrega mucho a la cuestión. Lo que veremos será cómo ambas parejas dan testimonio de cómo ha sido su experiencia de trabajar una tradición individual de manera colaborativa: cómo decidieron hacerlo, de qué manera se manifiesta el contrapunto, qué significa un cuadro a cuatro manos, cuáles son los límites y los resultados de esta manera de trabajar. También se incluyen intervenciones de curadores, críticos y especialistas del arte que explican y le dan un marco teórico al trabajo de los protagonistas.

Hasta aquí todo correcto -demasiado-, y sin dejar de señalar que hay alguna manipulación innecesaria aunque no tan grave, digamos que el mayor acierto de Tcheraski es cruzar algunos testimonios que dejan al descubierto las diferencias de cosmovisiones, sobre todo entre Noé y Roux. Ambos manifiestan de alguna manera que no podrían trabajar juntos, básicamente porque interpretan el arte de manera diferente. Por un lado tenemos la visión filosófica, pretensiosa y disruptiva de Noé, con todo ese discurso acerca del caos y una gran consideración de sí mismo; y por el otro la visión más intuitiva, más humilde, clásica, y aún así muy virtuosa de Roux. Sí, desde este lado nos unimos al #TeamRoux sin dudarlo, que de los cuatro protagonistas de A 4 manos es quien demuestra algo que parece perdido en los ámbitos de la pintura: sentido del humor.

Dicha esta digresión personal, es justo señalar que A 4 manos, a pesar de estar lejos de la perfección, logra contar su tema con suficiente eficiencia y deja plantado un debate interesante acerca del arte compartido.