La jaula con dientes.
La mayoría de las veces las producciones directo-a-video tienen razones más que justificadas por las cuales evitar el paso por las grandes salas: Bajo presupuesto, historias poco inspiradas o poco atractivas, un reparto desconocido o compuesto por estrellas lejos de su pico de popularidad, etc. Pero en un bajísimo porcentaje puede suceder que una película pensada para la pantalla chica logre el salto de la mano de algún productor osado y llegue al circuito comercial haciendo un papel lo suficientemente noble. A 47 Metros aprovecha todos los puntos comúnmente débiles de este tipo de producciones e invierte su sentido para entregar un film que -a pesar de no romper ningún paradigma del séptimo arte- entretiene, en particular a los proclives al subgénero películas con tiburones.
Todo comienza cuando Lisa (interpretada por la ex estrella pop Mandy Moore) y su hermana Kate (Claire Holt) deciden aventurarse y hacer una inmersión en jaula para ver tiburones blancos a orillas del mar de una playa mexicana estándar cuyo nombre no se menciona, si bien tampoco es necesario y el cliché se encarga del resto. Lisa acaba de cortar con un novio y quiere una aventura para demostrar que no es esa persona cautelosa y timorata que todos creen. Quien haya visto los pósters promocionales de la obra comprenderá por qué es un acierto no desperdiciar más tiempo en pantalla desarrollando con mayor detalle la historia previa de sus personajes principales; ya sabemos todo lo necesario antes de ingresar en el conflicto principal. En plena faena la jaula sufre un desperfecto y se corta el cable que la sujeta al barco, terminando en el fondo oceánico con las hermanas adentro, a una distancia en metros de la superficie que le da título a la película. Partiendo de allí, el relato mutará en la lucha de las jóvenes por sobrevivir y escapar de la jaula antes de quedarse sin oxígeno… o ser devoradas por los escualos.
Tal como hizo Spielberg con Tiburón (Jaws, 1975) hace casi 43 años, el director británico Johannes Roberts busca que el drama humano pese más en la balanza que el conflicto de los tiburones que amenazan la integridad de Lisa y Kate, intentando dar fuerza a la dinámica entre dos hermanas que viven una suerte de sutil sinceramiento de forma curiosa y bajo las circunstancias más apremiantes. De más está decir que Johannes logra un porcentaje de efectividad mucho menor al logrado por Steven en dicho aspecto, pero se valora la intención de no caer en el costado gore de este tipo de entretenimiento.
Curiosamente, la representación del lugar donde el conflicto sucede es tan estereotipado como podemos imaginar, tratándose de una co-producción británico-norteamericana: barcos sin mantenimiento, personal sin entrenamiento, maquinaria deficiente para operar cables y jaulas oxidadas: Una receta para la catástrofe que toma a dos ciudadanas del primer mundo por sorpresa y las obliga a pasar por un infierno claustrofóbico y lleno de dientes afilados.
El bajo presupuesto del film no impide en absoluto que los rubros técnicos se luzcan, especialmente en el diseño de los tiburones, ítem en el cual la producción eligió tomar el camino digital al 100%, de forma similar a lo hecho por Jaume Collet-Serra con Miedo Profundo (The Shallows, 2016). Los resultados son destacables, respetando la idea según la cual los fx digitales logran mayor efectividad siempre y cuando brinden soporte a una historia sin volverse el centro de atención.
Con una duración que roza unos sumamente apropiados 90 minutos, A 47 Metros se vuelve un caso particular de entretenimiento efectivo, cuyas bajas pretensiones le juegan a favor gracias a una historia mínima que por momentos maneja el suspenso de forma sorprendentemente ingeniosa y un tercer acto que seguramente dividirá aguas al encenderse las luces.