Otra vez los escualos son los verdaderos protagonistas de una historia que genera suspenso y que anualmente alimentan este subgénero tan popular que iniciara con éxito Steven Spielberg en el clásico Tiburón -1975-El director Jaume Collet Serra también jugó con el temor en la superficie de Miedo Profundo -2016- y ahora la claustrofobia y la tensión se generan debajo del agua en A 47 metros, donde dos hermanas quedan atrapadas en una jaula a merced de peligrosos tiburones blancos.
El punto del conflicto está puesto en la falta de oxígeno cuando el cable de seguridad de la jaula que las protege de las temibles criaturas se corta y quedan a la espera de la ayuda que les pueda brindar el barco que las llevó a esa riesgosa excursión.
Casi toda la película se desarrolla debajo del agua, con pocos personajes y un escenario natural muy bien registrado por la cámara, donde las protagonistas tienen colocadas sus máscaras de buceo durante casi toda el metraje.
Después de dudas y fracasos amorosos, las hermanas encarnadas por Mandy Moore y Claire Holt, deberá poner a prueba su instinto de supervivencia en este relato de visión rápida al que se le puede cuestionar el desenlace brusco pero no las eficaces escenas de peligro que plasmó el director Johannes Roberts, quien viene del género de terror, y que expone los miedos más profundos de las dos protagonistas. Arriba del barco se puede ver al capitán interpretado por Matthew Modine -quien brilló en Alas de libertad de Alan Parker- en un personaje desdibujado.
Los convencionalismos -como la presión del agua- de la historia hacen olvidar rápidamente los detalles para instalar la desesperación en el fondo del mar habitado por criaturas voraces y las decisiones que transmiten ansiedad por alcanzar la superficie como sea. Sin el ingenio del film de Spielberg ni de la eficacia visual de Alerta en lo profundo (1999), pero con nervio y adrenalina asegurados como su secuela.