Dos hermanas realizan un viaje a México, donde conocen a dos jóvenes que las convencen para hacer una gran travesía: nadar con los tiburones. La idea es tan sencilla como peligrosa, se meten dentro de una jaula y bajan cinco metros para luego volver a subir. Sin embargo, las cosas no salen como lo planeado y caen hasta la profundidad del océano.
En primer lugar podemos decir que las películas de tiburones a esta altura ya podrían considerarse como un subgénero en sí mismas, ya que existe una gran cantidad de ellas. Todo comenzó con “Jaws” (1975) de Steven Spielberg, donde se otorgó una cinta llena de terror, suspenso y aventuras, y hasta el año pasado tuvimos nuevamente una del estilo, “The Shallows”, solo por poner un ejemplo. Es por eso que es muy difícil encontrar una historia novedosa.
“A 47 metros” realiza un buen trabajo a la hora de generar un clima propicio para la trama, ya que encierra a las protagonistas en una única locación en el fondo del océano. Lo mismo ocurre con el manejo de la tensión, no nos ofrece los típicos jump scares de este tipo de films, sino que juega con la intensidad propia de los distintos momentos que se dan.
De todas maneras, nos encontramos también con muchas falencias, sobre todo en cuanto a los diálogos. Cuando nos enfrentamos a estas cintas ya sabemos qué es lo que vamos a ver y no podemos esperar una gran profundización de los personajes (además generalmente estas producciones presentan una corta duración) ni un guion demasiado inteligente, porque lo que se busca principalmente es exponer a los protagonistas al constante peligro. Pero acá existe además una sobreexposición de información en forma de palabras. Las hermanas suelen contar todo lo que van realizando o lo que les sucede, subestimando de gran manera al espectador.
Las interpretaciones de las protagonistas encarnadas por Mandy Moore y Claire Holt están bastante bien alcanzadas, teniendo en cuenta el guion con el que tuvieron que trabajar, aunque también por momentos existe alguna sobreactuación por parte de las actrices.
Por último, la ejecución final estuvo muy bien lograda, dándole un giro interesante y original a un film que no aportaba nada nuevo al género. Provoca una muy buena sensación en el público, haciéndole sentir que el argumento tenía un propósito.
En síntesis, “A 47 metros” se convierte en una clásica película de tiburones, con algunos altibajos que la define como un film más del montón. A favor tiene el clima generado y el giro final que vale la pena y en contra posee la falta de novedad, la sobreexposición de información y algunas sobreactuaciones.