Tiempo de Gitanos
Imposible no caer en reminiscencias del neorrealismo italiano al tomar contacto con este opus de Jonas Carpignano, con la presencia de no actores, más específicamente gitanos, que deja de lado esa mirada progresista europea acerca de la solidaridad entre los pobres.
El protagonista de esta historia es un niño llamado Pío, quien en su etapa de educación delictiva, pues el único modelo de referencia paterna o filial no es otro que ése, toma contacto con otro marginado de Burkina Faso, entabla una relación que nunca llega a definirse como de amistad pero sí dentro del ámbito de la delincuencia y sus códigos, a veces respetados y otras no tanto.
El corazón de este film crudo no es otro que el del día a día y la supervivencia de los marginados, que ven con ojos de desconfianza y prejuicio a los propios italianos, quienes los deben recibir a regañadientes. Nada hace suponer que de esa importante mezcla de situaciones sociales, humores, bilis y resentimiento salga algo necesariamente bueno porque la realidad de los refugiados en Europa y de la falta de tacto desde la política de países como el italiano dejan presente un horizonte sumamente oscuro.
Oscuro como el alma cuando se la acorrala, cuando se le quita toda posibilidad de dignidad y progreso y las fauces de los lobos se hacen agua a la boca para que la rueda de la marginalidad continúe girando, sea en Italia, en Francia o en cualquier rincón del planeta donde siempre existirá un Pío y su abandono, un niño como cualquiera de Los olvidados, de Luis Buñuel, quien tiene que crecer y hacerse grande transformándose en un delincuente de calle.