Fin de época
Drama que retrata a cuatro preadolescentes a finales de los años noventa.
Los protagonistas de A La Cantábrica son cuatro preadolescentes, y los años ‘90. Cuatro personajes, que ya no son chicos y todavía no son adultos, al final de una década cuyos aspectos devastadores -al menos para amplios sectores socioeconómicos- ya son inocultables. Ezequiel Erriquez, director de este drama asordinado, funde fragmentos de las vidas de los protagonistas con el ámbito en el que se mueven, sin añadir explicaciones ni peripecias. Estados de ánimo y atmósferas -como la de fábrica cerrada, con cordilleras de despojos industriales, en la que juegan los chicos- conforman un todo.
El registro es casi documental, contemplativo. Lacónico y oscuro. En el interior de estos personajes en transición se agazapa el malestar y, luego, la tragedia. La película, sin embargo, no siempre logra bucear en las profundidades de los cuatro jóvenes -cuyas actuaciones son decorosas pero desparejas-, y en esos instantes se vuelve demasiado fría y distante.
A La Cantábrica no sólo refleja el final de la década noventista; también tiene elementos en común con el Nuevo Cine Argentino, en auge por aquella época. También con algunas películas posteriores, como Una semana solos, de Celina Murga. Pero si la talentosa realizadora entrerriana se centraba en chicos de clase alta en un country, Erriquez lo hace con los de clase media suburbana, mostrando la contracara y el final de la fiesta menemista.