Moroso deambular de chicos aburridos
Cuatro chicos de séptimo en los bordes de una pequeña ciudad, frente al edificio de una fábrica. Según la síntesis difundida, uno cuida a su abuela enferma, otro manifiesta inquietudes sexuales, la chica del grupo se siente oprimida por sus clases ortodoxas de ballet, y el último se siente atraído por una ciega que asiste con él y otro ciego a la proyección de "Adiós, cigüeña, adiós". Según enviados del Festival de Rótterdam, el autor "invita a la audiencia a tener su propio viaje de descubrimientos", "la infancia marginal e infeliz es universal" y todo es "universalmente reconocible e increíblemente misterioso".
Puede ser. La película está hecha de tal forma que cada espectador puede darle la interpretación que quiera. Y bien podría escribirse otra síntesis, ya que los personajes dejan muy pocas pistas de sus posibles intereses e inquietudes. A primera y segunda vista son sólo unos chicos aburridos que vagabundean por ahí después de la escuela. Si pasa algo de veras interesante debe ser fuera de la pantalla. Lo increíblemente misterioso, sin embargo, habrá de ocurrir.
El ambiente, el relato a través de momentos sueltos sin causa ni consecuencia evidentes, la luz de estación fría, la tristeza suburbana, van construyendo ese clima. Lástima que sólo sea un clima de leve sugerencia, sin actuaciones convincentes ni historia que nos atrape ni personajes cuya suerte alcancemos a compartir. Rodaje en Haedo, Bragado y Morón, ambientación quizá nada gratuita- en 1998, a juzgar por las noticias que trae un televisor acerca del niño atrapado en un pozo en San Nicolás (un hecho trágico que en su momento provocó casi un duelo nacional, y hoy está prácticamente olvidado).