Bienvenidos al mundo
Zota (Matías Báez), Lija (Juan Cruz Lemos), Lola (Camila Zorzoli) y Choco (Valentín Delega) son cuatro amigos, compañeros de colegio. Rondan los doce años de edad, y juegan juntos todas las tardes. Con mucho en común, también cada uno tiene sus preocupaciones propias. Todos se encuentran en la etapa del despertar sexual, pero puntualmente Lija es quien más inquietudes manifiesta sobre el tema. Lola acaba de menstruar por primera vez, y asiste a clases de ballet en donde no se siente a gusto, ni le va muy bien. Choco vive con una abuela enferma, y Zota colabora con un taller de teatro para ciegos, una de cuyas alumnas le resulta atractiva.
Hay dos momentos bien marcados en la estructura del filme: el primero y más largo, en el que el espectador acompaña a los chicos en sus actividades comunes, y el segundo, que llega justo a la hora de película, y marca el quiebre argumental, la situación clave en las vidas de estos personajes.
El director Ezequiel Erriquez elige narrar la primera parte de la película en una suerte de limbo atemporal: las escenas van y vienen, intercaladas, casi como barajadas. Se vuelve a una situación anterior después de haber salido, en apariencia al menos, de ella, de modo que es imposible determinar cuántos días pasan o siquiera qué año es, ya que si bien se oyen fragmentos de noticieros, las noticias no se corresponden cronológicamente. Lo que queda claro es que se trata de finales de los años ´90, y permite mostrar la rutina de los chicos, su cotidianeidad, atravesada por las situaciones familiares particulares que cada uno vive.
El problema de la primera parte es su ritmo tedioso, y su extensa duración para lo que quiere mostrar. Las actuaciones de los chicos son bastante rígidas, seguramente debido a su poca experiencia, un factor que le quita algo de naturalidad a la historia.
Un filme iniciático, que presta atención a la pérdida de la infancia, y a la entrada a la adolescencia. Ese paso forzoso y doloroso en el que se pierde la inocencia, y el mundo, con su crueldad y su dureza se abre paso en las vidas de los jóvenes.