NO CULPES A LA NOCHE, NO CULPES A LA PLAYA…
Si vas a salir a navegar, avisá.
A Hollywood le fascinan estas historias de supervivencia basadas en hechos verdaderos, y más aún cuando sus protagonistas van al extremo físico para serles fiel a los personajes de la vida real y sus peripecias.
El islandés Baltasar Kormákur tiene a su cargo la dirección de este drama romántico basado (libremente) en el libro “Red Sky in Mourning: A True Story of Love, Loss, and Survival at Sea” de Tami Oldham Ashcraft, la verdadera heroína de esta historia, acá, interpretada por Shailene Woodley, quien quedó piel y hueso para representar los 41 días que la chica estuvo perdida en el Océano Pacífico cuando la enmarcación en la navegaba junto a su prometido Richard Sharp (Sam Claflin) fue sorprendida por el huracán Raymond.
Los sucesos de “A la Deriva” (Adrift, 2018) tienen lugar en el año 1983. Tami es una joven de espíritu libre que recorre el mundo, de costa en costa, tras dejar atrás su hogar en California. La marea la lleva hasta Tahití donde consigue un nuevo empleo en los muelles y, a la larga, hace muy buenas migas con Richard, marinero experimentado que recorre las aguas con un botecito que construyó con sus propias manos.
El amor no se hace esperar y los próximos meses son puro idilio para la parejita que empieza a hacer planes a futuro. Ahí es cuando Richard acepta la tarea de llevar una embarcación privada hasta las constas de San Diego, hogar natal de Tami, por una cuantiosa suma de dinero. Un poco reticente, al principio, la chica acepta acompañar a su enamorado, pero la tormenta los sorprende a mitad de camino, después de haber sellado su compromiso.
Tras ser golpeados por la tormenta, Tami despierta después de varias horas de inconsciencia descubriendo que el yate está casi en ruinas, y tendrá que poner todos sus conocimientos y capacidades al servicio de la supervivencia, hasta encontrar la forma de volver a casa.
Kormákur se encarga de que vivamos la experiencia de Oldham a flor de piel. Filma en el agua, de forma visceral, alternando los problemas del presente con todos los buenos momentos que vivió la pareja en los meses previos al naufragio. La historia va para adelante y atrás en el tiempo, pero viene con trampita, sobre todo para aquellos que no prestan la debida atención al comienzo de la película.
Dejando de lado este recurso narrativo, un tanto berreta que aspira al golpe bajo y al giro de último momento, la historia de Tami se hace llevadera por los cortes temporales, el estilo visual del realizador y, sobre todo, el carisma de su protagonista femenina que es el alma de todo este embrollo. El resto, no deja de ser un relato monótono centrado en el romance idílico de la pareja, sentimientos que la impulsan a seguir adelante a pesar de que al océano no colabora.
Kormákur decide filmar en Fiyi y los escenarios naturales se hacen bien palpables, también la odisea marítima de Tami, más si somos conscientes de las dificultades que implica rodar en el agua y en contra de los elementos ambientales. Se nota que los efectos especiales son mínimos, aunque no sean descollantes, pero el realizador los pone al servicio de la historia y del drama, que va in crescendo con cada minuto de metraje.
“A la Deriva” no llega al extremo de sufrimiento de “127 Horas” (127 Hours, 2010), pero tampoco logra el mismo impacto como film de supervivencia. Nos podemos relacionar con la protagonista y su aventura fallida hasta cierto punto, aunque la potencia del relato no es tal como para emocionarnos y sentirla mucho más cerca en esos momentos más oscuros donde cree que todo ya está perdido. Es más, su invariabilidad termina aburriendo un poco y cayendo en lugares comunes (no olvidemos que se trata de una adaptación libre, no un documental), entregando una trama que no se destaca del esto, más allá de la potencia que le impone Woodley.
Así y todo no alcanza. “A la Deriva” es un relato en primera persona, que van a disfrutar mucho más si no conocen el desenlace real. Si tenemos que comparar, “Everest” (2015), película anterior de Kormákur en la misma vena de “drama de supervivencia”, manejaba muchísimo mejor la tensión y los tiempos que requieren este tipo de aventuras para enganchar mucho más al espectador y llevarnos al borde de las lágrimas.
Una vez más, hablamos desde la obra de ficción, de la cual se esperan ciertos “retoques” y concesiones, ¿o acaso no sufrieron por Rose y Jack en “Titanic”? En cambio, el realizador se inclina por un aspecto más “zen” y naturalista, como los verdaderos protagonistas de esta historia.
Cuando vamos al cine a ver uno de estos relatos de vida, admitámoslo, nos llevamos puesto un poquito de morbo para disfrutar, también, por ese lado más macabro (es natural, no se sientan mal). Nos conmueven las historias de adversidad y supervivencia, pero al final, sólo nos importa quién vivió para contarla. Hay algo adrenalínico que juega con la tensión y el suspenso, incluso cuando conocemos los pormenores (“Apolo 13”, por ejemplo), de ahí que “A la Deriva” falle en este apartado y se quede solamente en la breve, pero apasionada, historia de amor que empuja la voluntad de la protagonista hasta la costa más cercana. No, no hablamos de “Titanic”.
LO MEJOR:
- Shailene Woodley es todo lo que está bien.
- El estilo visual de Kormákur.
- La moderación a la hora de los golpes bajos.
LO PEOR:
- La cadencia en el ritmo y la tensión.
- Solucionar todo con “amor”.