Con cierto espíritu que la emparenta con Horacio Quiroga, por más que esta no sea una versión de aquél memorable relato suyo del mismo título, A la deriva es una pieza nacional atrayente, con una espléndida pintura regional. Surcada por personajes golpeados, inmersos en duras encrucijadas, el film de Fernando Pacheco acierta en una conducción actoral que integra profesionales y novatos dentro de una economía de diálogos que le dan carnadura y convicción a la trama. En el marco de un pueblo misionero, cercano a la frontera con Paraguay, un peón de aserradero con trabajo escaso es convencido por su compadre para ser parte del traslado de una carga ilegal para un narcotraficante de la zona.
Pero la codicia de uno de los dos por querer sacar provecho de la situación, pondrá en peligro sus acciones. En su ópera prima, Pacheco diseña su propuesta privilegiando los climas, los gestos y la parquedad de criaturas en un delicado límite entre la pasividad y la intolerancia. Interesante y minuciosa además su semblanza sobre los vínculos entre hombres dominantes y mujeres resignadas y sumisas. Daniel Valenzuela es sin dudas uno de los más verosímiles intérpretes de nuestro cine y aquí vuelve a demostrarlo junto a los sustanciosos aportes de Juan Palomino, Julián Stefan, Mónica Lairana y Mariana Medina