Perdidos y encontrados
Pierre (Stanislas Merthar) es un documentalista under que apenas sobrevive haciendo trabajos que nada tienen que ver con el cine. Manon (Clotilde Coreau) es su esposa, y además asistente y guionista de sus proyectos. Viven juntos, trabajan juntos y parecen un modelo de pareja que se banca en las buenas y en las malas. Pero en la mirada siempre seria e indiferente de Pierre hay muestras de cansancio, y él trata de resolverlo convirtiéndose en amante de una mujer más joven que trabaja como aprendiz en un archivo cinematográfico. Esa es la sencilla trama de “A la sombra de las mujeres”, la última película de Philippe Garrel, y tiene todo el sello del realizador francés de “Los amantes regulares”: está filmada en blanco y negro y en 35mm, tiene marcadas influencias de la Nouvelle Vague y gira sobre las relaciones de pareja, una de las obsesiones del director. Garrel recurrió a tres guionistas para contar esta historia de celos y amantes cruzados, con una levedad y una luminosidad que no es habitual es su filmografía. ¿Puede una pareja superar una infidelidad? ¿Es distinta la infidelidad de un hombre que la de una mujer?, son algunas de las preguntas que se hace la película. Son temas muy transitados, sí, pero Garrel lo cuenta con precisión, sensibilidad y naturalidad, sin vueltas de tuerca y sin recurrir a lo melodramático. Clotilde Coreau es una actriz genial, llena de matices, y su personaje la convierte en la heroína excluyente de la película. En contrapartida, los demás personajes no vibran demasiado, y al lado de Manon parecen una anécdota que no tiene mucho para decir. “A la sombra de las mujeres” no es la mejor película de Garrel, pero igual se disfruta porque este tipo de cine es bastante excepcional y suele estar ausente en las salas.