Nada nuevo bajo el sol
Philippe Garrel (1948), el reconocido director francés (“Inocencia salvaje”, “Los amantes habituales”, “Un verano ardiente”), apuesta fuerte a la nostalgia y la melancolía en su nueva película, “A la sombra de las mujeres”, mediante la cual intenta recrear la atmósfera característica de la nouvelle vague, en un relato intimista, que ofrece una nueva versión del eterno tema del amor de pareja, con sus momentos luminosos y sus miserias.
Ambientada en una París atemporal, filmada en blanco y negro, la historia está narrada con una austeridad avasallante, si se permite la expresión.
Pierre y Manon son una pareja joven que vive en un humilde departamento alquilado en algún lugar de la capital francesa. Él es director de películas documentales, que realiza con muy escasos recursos y que tienen como tema principal el relato de sobrevivientes de la Resistencia. Ella abandonó sus estudios orientales para acompañar a su marido, a quien admira, y tiene un trabajo de medio tiempo con el cual subsisten modestamente.
La pareja parece funcionar bien, van a todos lados juntos: hacen las compras en el supermercado, filman los documentales, comparten las tareas de la casa, etc.
Pero un día, Pierre se cruza con una becaria en la cinemateca y acusa el flechazo de la atracción y la seducción. Así, inicia un romance clandestino con Elisabeth, más joven y bonita que Manon.
El relato de Garrel apela al narrador en off que va explicando, a medida que avanza la historia, todo lo que los personajes no dicen y supuestamente pasa por sus cabezas, asumiendo el rol del observador que sabe lo que los personajes piensan y así va justificando sus gestos y actitudes. Mientras que ellos hablan casi nada de sus sentimientos íntimos y siguen cumpliendo con sus roles en la vida diaria.
Se trata de un relato clásico, estructurado con una sucesión de secuencias que culminan en un fundido en negro, mientras suena una música que instala el espíritu que se pretende transmitir, poniendo un suspenso entre lo que se acaba de ver y lo que vendrá, y también generando incertidumbre, ya que todo puede terminar en cualquier momento, como efectivamente sucede.
La idea es que las cosas van y vienen, como las personas y los sentimientos.
Así como Pierre tiene una amante, más adelante se descubre que Manon también se está viendo con otro hombre a escondidas. Allí comienzan algunos enredos y la relación entra en crisis.
Sin embargo, Garrel, a través de su narrador en off, trata de explicar que entre Pierre y Manon hay amor verdadero, solo que atraviesan por un momento de falta de comunicación, de inquietud y de búsqueda personal que los ha llevado a un punto de conflicto y turbulencia, despertando hasta cierta violencia, sobre todo, de parte de Pierre.
De modo que entre luces y sombras, la pareja parece romperse, aunque es posible que no sea un final para siempre.
Por su parte, Pierre y Elisabeth también atraviesan distintos momentos, y su romance se inscribe en los parámetros clásicos de la relación paralela, donde él no está dispuesto a romper su matrimonio por ella y la joven, aunque sufre por la situación, no está dispuesta a dejar de verse con Pierre.
Los celos, como el amor, están presentes en todos, todo el tiempo.
“A la sombra de las mujeres” no inventa nada nuevo en el tema del triángulo amoroso, al contrario, parece querer hacer hincapié en los tópicos remanidos de uno de los conflictos más comunes de la historia humana.
Solamente que la estética del director francés se caracteriza por darle un valor simbólico y hasta poético a algunos elementos como puertas, ventanas, habitaciones, cocinas, pasillos, calles, veredas, cafés, paradas de subterráneos y hasta algunos detalles del mobiliario y de la vestimenta de los personajes. Constituyendo así, “A la sombra de las mujeres”, una obra de singular belleza, que si bien trata un tema muy gastado, como las habitaciones en las que transcurren los hechos, no deja de ser un asunto siempre vigente y vital en las vidas de las personas en todos los tiempos.