Cruces de la vida… y del cine
En A la sombra de las mujeres, de Philippe Garrel, hay parejas con conflictos y hay cine, pero más allá del meta-discurso autoconsciente lo que hay es gente que labura sobre el cine, que lo usa como material para su propia subsistencia. Los protagonistas son un documentalista y su esposa, que lo asiste y edita sus películas, y la amante del hombre, una joven que trabaja en un archivo cinematográfico. El juego de espejos que monta Garrel es tan complejo, aunque el film haga apología de cierta liviandad en el tono, que la película puede ser vista a través de sus diversas capas, como así también se puede ver a los protagonistas: seres que no revelan sus verdaderas intenciones, que esconden, que mienten (en muchos aspectos se parece a Mientras somos jóvenes, de Noah Baumbach). De hecho, la mentira y su simulación como una forma de civilidad terminan siendo los temas que unifican las diversas subtramas de este gran film, rodado en 35mm y blanco y negro, como tiene que ser… según Garrel.
Es decir, A la sombra de las mujeres es una suerte de ida y vuelta, de diálogo con la nouvelle vague, pero también con sus propias filiaciones. Si por un lado hace recordar a todo ese cine grande proveniente de Francia en los 60’s, espejándolo en sus temas, obsesiones estéticas y modos de registrar lo urbano, también pone un ojo en aquellos realizadores que se vieron evidentemente influenciados, como por ejemplo Woody Allen. Tranquilamente A la sombra de las mujeres podría ser una película del neoyorquino: están las parejas quebradas, la sexualidad y el placer tamizados por el filtro de lo psicológico, cierta tensión existencialista. Pero lo que falta es el humor, o no. En verdad el film de Garrel es una suerte de comedia sin chistes o sin intenciones humorísticas, porque las idas y vueltas de los personajes, sus reacciones ante los episodios que protagonizan, tienen la capacidad de sintetizar de la sátira: allí se ve lo angustiante, pero especialmente lo ridículo.
A partir de la liviandad y de lo que sugiere antes de lo que muestra, lo que termina logrando Garrel es un relato que a pesar de las influencias suena novedoso. Porque trasciende tanto a la nouvelle vague como a sus continuadores, mixtura y, en definitiva, hace que ese material con el que se sustenta, que es la pura experiencia cinematográfica, tome vida y se parezca a eso que le pasa a los espectadores: incluso los interpela con una voz en off también algo socarrona que literaliza las emociones de los personajes. Si el cine “intelectual” suele ser estimulante, lo es por fuera de lo emocional y ahí está su límite, despreciando buena parte de aquello que hace singular al cine como experiencia. Garrel es consciente de esto, y construye un film vívido y, si se quiere, hasta divertido, que reflexiona sobre el cine mirando la vida y viceversa, en una serie de cruces interminables y circulares.