Con Süden (2008), Papirosen (2011), Kékszakállú (2016) e Introduzione all’oscuro (2018), Solnicki viene construyendo un universo, un imaginario, un estilo narrativo muy distintivo, en el que lo experimental y lo narrativo, lo fragmentario y lo contemplativo se combinan con resultados que van de lo fascinante a lo elusivo, de la alta cultura (simbolizada en su obsesión por el piano) a la comedia de enredos.
Sus películas (o ensayos o artefactos audiovisuales) son verdaderos rompecabezas, pero en los que a su director no le hace falta encajar las múltiples piezas. De hecho, por momentos parece como si prefiriera dejarlas sueltas y que el resultado final fuese como una combinación aleatoria y anárquica de todos esos micromundos que sus films contienen y que de cierta forma casi mágica terminan conviviendo.
Instalado en Viena y con el aporte visual del extraordinario director de fotografía portugués Ruy Poças (el mismo que ha trabajado con Miguel Gomes en Aquel querido mes de agosto y Tabú, con Joâo Pedro Rodrigues en Morir como un hombre y El ornitólogo, con Marco Dutra y Juliana Rojas en As boas maneiras, con Ira Sachs en Frankie y con Lucrecia Martel en Zama), Solnicki comienza A Little Love Package con otra de sus obsesiones: los cafés. Y los cafés vieneses no son precisamente algo menor. De hecho, el director argentino formado en Nueva York considera que en 2019, cuando se instauró la prohibición definitiva de fumar en esos ámbitos, se produjo un punto de inflexión, el fin de una era, una tradición y una cultura.
Pero su película también incursiona de lleno en la ficción. Luego de unos planos de la ciudad, sus bares y sus habitués, aparece en pantalla Angeliki (Angeliki Papoulia), que está decidida a comprar un departamento, pero su amiga y diseñadora de interiores Carmen (Carmen Chaplin) siempre encuentra motivos para desaconsejar la operación. Más que una consejera parece una censora.
Tenemos entonces a un cineasta argentino, un director de fotografía portugués, una protagonista inglesa (Chaplin) y otra griega (Papoulia, vista en films de su compatriota Yorgos Lanthimos), un narrador en off en castellano (el escritor mexicano Mario Bellatin), locaciones urbanas austríacas que luego se trasladan hasta la Andalucía rural. Todo sujeto a un trabajo abierto por completo a la improvisación, sin guion.
Sí, A Little Love Package, con sus confesiones de mujeres, fábricas de quesos, barquitos a control remoto, lecciones de piano con profesora coreana, música de John Cage, Schubert, Mahler, paseos por museos, la omnipresente cuestión del dinero, pastores con sus cabras, Ferraris a toda velocidad e imágenes de ríos y mares es una experiencia por momentos desconcertante y en otros decididamente embriagadora, fascinante. Y con el acto de fumar como último acto de resistencia mientras suena ese himno pop ochentoso de Black, Wonderful Life.