Luego de años escudado detrás de la creación sus series animadas, en poco tiempo Seth McFarlane hizo un meteórico ascenso en el mundo de la “acción real”. Como director de Ted, una de las comedias más populares de los últimos tiempos; con la presentación de la anteúltima gala de los Oscars; ya era el turno de protagonizar, y sí, A million ways to die in the west lleva la firma y el sello de McFarlane por todos lados, principalmente desde su absoluto protagónico.
Es la historia de Albert Stark, un cobarde, un hombre con la palabra y el chiste justo para salir de cada situación; sí, Albert es Seth McFarlane.
Lo que sucede con Albert podría resumirse en pocos renglones, es abandona por su pretenciosa novia Louise (Amanda Seyfried) y para intentar reconquistarla contará con la ayuda de la nueva visitante del pueblo, Anna (Charlize Theron) que nadie sabe es la esposa del pistolero más peligroso del Oeste Clinch Leatherwood (Liam Neeson en un rol que no vale el estar tercero y en el afiche).
El resto, puede adivinarse, Louise lo abandona para irse con el dueño de una bigoteria (Neil Patrick Harris), y este y Albert terminarán con la promesa de un duelo.
En realidad, el argumento del film es sólo una excusa (más o menos) hiladora para enganchar un chiste con el otro, y así funciona; como una suerte de films de sketchs que no es, o como un film episódico, que tampoco es.
McFarlane tiene gracia y chispa, eso es innegable, más de una vez con solo verle la cara ya alcanza para empezar a reírse. Sus chistes rondan lo sagaz, lo provocativo, la crítica social, lo burdo, y lo más ramplón y directo, hay para todos los gustos y efectividades; eso sí, hay que ir sin ningún tapujo.
Tal como sucedía hace una semana atrás con Maléfica en otro “rubro”, el excesivo centralismo en Albert/McFarlane hace que el resto sea periférico, así personajes graciosos como los de Giovanni Ribissi, Sarah Silverman, y el siempre efectivo Neil Patrick Harris pasan a un segundo plano. Hasta Charlize Theron se da el lujo de mostrar sus dotes de comediante (de guión, por supuesto) y sale airosa, aunque también, relegada al segundo lugar.
A million ways to die in the west plantea una mirada actual sobre una historia del Lejano Oeste, la gran mayoría de sus chistes apuntan a la cultura reciente, incluyendo referencias fílmicas y cameos importantes (hay escena post crédito que no agrega nada); por supuesto, hablamos de la cultura estadounidense, por lo que si no se es muy ducho, mucha de la gracia quizás se pierda.
Con todo, si la triada de guionistas hubiese creado un entorno más sólido estaríamos hablando de una gran comedia. Desde la primera escena se nota que asistiremos a una serie de monólogos de McFarlane, sino fíjense en la cámara, que cuando él habla, tiene a enfocarlo en exclusiva como si el resto se desvaneciese.
Divertida, entretenida, muy llevadera; el director/guionista/productor/protagonista apunta a su creciente ola de fanáticas, y es posible que acierte, para el resto, para los que quieran ver una comedia a secas como cualquier otra, tendrán que aceptar las reglas del personaje, guste o no.