Lola es una actriz en decadencia que no deja caer su talento amenazado por el paso de los años y los eventos irreversibles que arrasaron con su felicidad, mientras que Ana, que sueña con ser bailarina clásica, sobrevive a una violenta relación con un hombre que la acercará al mundo de la prostitución.
Por esta trama construida de modo coral desfila también un joven adicto a las drogas que destruirá su precaria humanidad. A través de una trama que exhibe aires de patetismo y violencia, la directora Victoria Chaya Miranda viajó a la intimidad de esos personajes solitarios y marginados de un oscuro Buenos Aires que luchan para no terminar de caer al tiempo que se refugian en sus múltiples secretos y deteriorantes adicciones.
La trama pone en evidencia un micromundo de turbios negocios y esos seres que lo habitan con la necesidad de no sucumbir al hondo pozo de la depresión. También se muestra la pesada carga que toda mujer debe llevar en una sociedad desigual.
La directora apostó aquí a seguir el derrotero de esas criaturas que tratan de escapar de esa telaraña en la que los colocó el destino, y logró así un film trágico y a la vez movido por las incertidumbres que sus personajes enfrentan cotidianamente.
Esther Goris y Guadalupe Docampo supieron encarnar con emoción a ese par de mujeres en soledad, mientras que el resto del elenco se movió con soltura en esta ventana a unas vidas tan necesitadas de comprensión como de amor.