A oscuras es un drama coral sobre tres personajes a la deriva en la noche de Buenos Aires: una decadente diva del cine nacional, una mujer que se gana la vida como bailarina del caño y está embarcada en una violenta relación de pareja, y un cocainómano empresario de la noche.
Las tres historias tienen en común la soledad y la desesperación de sus protagonistas, que parecen aislados en sus problemáticas y no tienen a quién pedir ayuda. En este marco, pasan al frente personajes secundarios que suelen confundirse con el paisaje urbano y aquí adquieren relevancia a fuerza de solidaridad: un cafetero ambulante y un taxista, interpretados por Germán de Silva y Arturo Bonín. Con su oficio, estos dos actores dotan de cierta humanidad a un panorama desangelado.
Porque lo cierto es que es muy difícil empatizar con las vivencias de estos seres extraviados. Y eso, a pesar de que se supone que siempre más fácil identificarse con los perdedores que con los ganadores. Quizá la historia que pueda llegar a tocar alguna fibra, por rozar un tema de actualidad en la agenda social y mediática como la violencia de género, es la de la bailarina del caño. Que incluso tiene algún suspenso por la tirante relación entre esta mujer (Guadalupe Docampo) y su maltratador novio/proxeneta (Alberto Ajaka).
Los otros dos cuentos son aún más áridos. Una irreconocible Esther Goris (difícil que su nuevo aspecto no distraiga de su actuación) protagoniza un desdibujado remedo de Sunset Boulevard, mientras que las andanzas del merquero dealer/encargado de boliche que encarna Francisco Bass directamente no tienen sustento dramático.