El pasado glorioso de una actriz adicta a las anfetaminas
El film, protagonizado por Esther Goris, narra la vida de una actriz veterana con un pasado de gloria y un presente con deudas.
"Era amargo aceptar que se puede bailar en la oscuridad”, decía Julio Cortazar en quizás su libro más importante, “Rayuela”. Es la segunda parte de una cita famosa del escritor, pero corre con una significancia por sí sola.
En “A oscuras”, segundo filme de Victoria Chaya Miranda, vemos a tres personajes en tres historias diferentes bailando con su oscuridad, corriendo por un laberinto sin buscar una salida, incluso arraigados a un estilo de vida o una circunstancia que hasta les sienta cómoda.
Víctimas, sí, pero quizás también un poco culpables de su vacío, el espectador los acompaña en su búsqueda de un faro para escapar del negro letargo. Lola ( Esther Goris), es una actriz veterana, con un pasado de gloria y un presente con deudas. Una fatalidad cambió su vida, la dejó sola y adicta a los psicofármacos y el alcohol.
Sólo tiene un amigo que la levanta constantemente para que no se hunda más. Mientras trata de comprar sus pastillas, desde lejos la reconoce Ana (Guadalupe Docampo), una bailarina con ganas de triunfar en el mundo del espectáculo, pero que está atada a su pareja Víctor (Alberto Ajaka), que la prostituye y golpea.
Uno de los facilitadores es Lucio (Francisco Bass), dueño de un bar y adicto a la cocaína que cada vez se encuentra más solo. Las tres historias se tocan por poco, pero se vinculan por sus conflictos, sus necesidades y depresiones en un mundo esquivo.