“A puertas cerradas” de Constantin Costa-Gavras. Crítica.
La película que cuenta sobre la crisis económica de Grecia y deja una clara lección política.
En “A puertas cerradas” de Costa Gavras nos encontramos ante un film en el que el argumento, la historia, el asunto, sobrepasa ampliamente al arte de hacer película.undefinedEn este caso, Costa Gavras, a sus 88 años, luce tan activo y punzante como en aquella “Z” de sus principios. Cómo leer, desde esta sección de ‘Diván del cine’, algo acerca del factor que tiene más incidencia en la vida cotidiana de la humanidad: la explotación del trabajador por parte de los dueños del capital, la acumulación y el efecto “invernadero” que produce el obsceno deseo de riqueza de parte de un 1% de la población mundial. El hombre es el lobo del hombre.
No acuerdo con aquellos que ven en esta película -que está basada en el libro de Yanos Varoufakis “Adultos en la sala: mi batalla contra el profundo establishment de Europa”, quien fuera ministro de finanzas del nuevo gobierno de izquierda, que ganó las elecciones en Grecia en el 2015, Syriza- guiños de humor y cierta ironía. Considero que la ficción (el guion se apoya en el libro y evoluciona en otro género, no tan periodístico) es un fantástico acceso a la verdad. Uno de tantos ejemplos en este sentido es “La rebelión en la granja” de George Orwell, que bajo la forma de un cuento largo de animales de una granja, muestra el funcionamiento de la sociedad capitalista de mitad del siglo XX. El film de Costa Gavras es muy serio, en el buen sentido de la palabra, por más que haya guiños y escenarios que podrían dar lugar a la sonrisa.
Ahora bien, las dos horas de encierro pasan muy rápido. De pronto, nos encontramos participando de los contubernios, chantajes, presiones dialécticas, amenazas, extorsiones, engaños y argumentos cargados de ideología capitalista, los que más o menos se produjeron luego que el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, entrara en función, ya lejos él de sus discursos electorales. La promesa a quienes lo votaron había sido: no al pago de la deuda externa por ilegítima y consecuencia del chantaje bancario ante las crisis financieras de Grecia. Pero ese romance se diluyó a los pocos días, porque los poderes económicos del mundo, la Troika como lo llaman, tiene sólo un camino para Grecia: o paga, ajusta, se somete al poder de los dueños del capital (que ni siquiera son los gobiernos de turno de los países Europeos) o Grecia queda expulsada del Euro (Grexit).
Todo el film es la larga agonía, la renuncia a las convicciones socialistas de cambio de estructuras, para acomodar la locura del pago de una deuda impagable, bajo el escenario amenazante de la fuga de capitales, cierre de los bancos, colapso, etc. El miedo del otro/ el miedo por el otro.
Algo para tener en cuenta, es que esta película puede tomarse también como un documento de lo que es el “cambio climático planetario” que estamos viviendo. Porque tiene la misma estructura: es un círculo vicioso que los dueños de las fuentes de producción no quieren ni pretenden cambiar, dejar drásticamente de consumir combustibles fósiles, desacelerar el exponencial desarrollo de las tecnologías extra-activistas, esperando que la naturaleza sea la socia de la explotación. Costa Gavras hace hablar a algunos de sus personajes en esos términos: ¿Cómo cortar el círculo vicioso del capitalismo? ¿Cómo cortar el círculo del calentamiento global? Son círculos concéntricos.
Se ve venir la salida (exit) del ministro cuando escuchamos que de lo que se trata es de llegar a una “solución de compromiso”. A eso lo llamamos un síntoma, o sea, una negociación entre dos deseos. Europa quiere hacer creer que la política debe de subsumirse a la economía. ¿A cuál? En cierto momento Yanos, el ministro, pregunta que si eso fuera así, entonces ¿para qué tener elecciones? Minutos encerrados discutiendo sobre si la palabra “ajuste” es peor o mejor que “enmienda” o “compromiso”. Por allí se lo escucha al ministro de finanzas de Alemania exigir el pago de la deuda hablando a la manera de Shylock, el usurero de la comedia de Shakespeare. Pide la libra de carne no importa las consecuencias. En otros momentos el ministro no sabe de qué lado está su propio primer ministro.
Esta película debe de ser una lección de política para todos los gobiernos que se manejan con la izquierda… pero hacen los cambios con la derecha. Cambiar todo para que nada cambie. Ganar tiempo… para convencer a la ciudadanía -que está pagando con su trabajo, su salario y su vida, las ganancias del gran capital- que este modelo promete el bienestar (cuando todo indica que cada día hay más pobreza). Grecia, o Argentina: el famoso discurso de “la herencia recibida”; hasta tienen los mismos colores en la bandera. Aceptar la herencia, eso habla de un parentesco político (aunque se peleen entre ellos). Si ya está probado que éste modelo no sirve, ¿para qué insistir con lo mismo? ¿Por qué no optar por otra salida (con otro tipo de riesgo) del encierro de la prisión de la deuda eterna y externa?
Para quien todavía tiene esperanzas de que el zorro sea el que cuide al gallinero, el film de Costa Gavras nos muestra que el baile del final, no es ninguna alegoría.
Crítica: Mario Betteo