Un Seinfeld devaluado de Palermo
Opera prima de Martín Viaggio, sobre un cuarentón que entra en crisis.
¿A quién llamarías?” pregunta el anónimo y cuarentón protagonista de, sí, A quién llamarías , opera prima de Martín Viaggio. Se lo pregunta a su novia que deviene ex, a su ex -madre de su hijo-, a su amigo abogado, a su padre. A casi todas las personas que se cruza en su deriva urbana, iniciada por su separación y continuada en problemas familiares, histeriqueos y charlas in extremis sinceras que abarcan desde la práctica de la odontología a la duda universal sobre si ellas sabrán “lo importante que es para nosotros que les guste tragar”. Suena fuerte, sí, y de hecho esa provocación a cierta concepción “Susanita” del mundo es el músculo que A quién llamarías atrofia.
Lo urbano va cediendo lugar ante la obesidad de un síndrome, digamos, “Arjona” a la hora de los diálogos (el actor Roberto Birindelli es bastante parecido). Al exponer tan caricaturescamente a su protagonista y su cínica visión del mundo, siempre contrastada con la cotidianidad supuestamente pacata que lo rodea, lo convierte en algo ridículo, en una especie nada graciosa y toda gestual de un Seinfeld versión Palermo Soho.
Las dificultades narrativas –o ausencia de narración- agiganta esa condición: todo parece diseñado para el retruco superficial. Dentro de cien ejemplos, que abarcan desde el sexo virtual hasta armar equipos de fútbol entre “quienes abortaron y quienes no”, quizás el más crucial es cuando él habla sobre el jugo de cartón: “¿Cómo alguien se da cuenta si un jugo es artificial o no?”. La respuesta vendría siendo: cualquiera que no sea un personaje escrito para ser un sabelotodo en una crisis superficial y, uff, raquítica de humanidad.