Personas públicas, personas cotidianas
La nueva película de Woody Allen, A Roma con amor (To Rome with love, 2012), es deliberadamente una comedia. Tomando como base El Decamerón de Giovani Boccaccio, donde varias historias giran en torno al sexo, el director neoyorkino pone el foco aquí en las fantasías que los personajes alcanzan mediante la fama y su poder de atracción. Y Roma, ciudad de ensueño, tendrá mucho que ver en eso.
Roma es historia e “historias” asegura su presentador, un policía de tránsito en medio de una de las tantas rotondas de la ciudad. El tipo mira a cámara y da paso a los distintos personajes de las cuatro historias que conviven en el film. Un arquitecto americano (Alec Baldwin) aconseja a un joven (Jesse Eisenberg) con muchos puntos en común con él, un romano que disfruta del anonimato (Roberto Benigni) de repente se convierte en una celebridad, una joven pareja (Alessandro Tiberi y Alessandra Mastronardi) llega a la ciudad e inmediatamente se ven involucrados en diferentes encuentros sexuales, mientras que un director de orquesta jubilado (Woody Allen) que viaja para conocer a su yerno, intentará revivir su período de esplendor transformando a su nuevo consuegro, un agente funerario (el tenor Fabio Armiliata), en cantante de ópera.
Las ilusiones son un tema recurrente en el universo Woody Allen. Conocerás al hombre de tus sueños (You will meet a tall dark stranger, 2010) aborda el tema desde la nostalgia, Celebrity (1998) hace lo propio desde la tragedia. En este caso y con Roma de contexto, Allen aplica un tono de comedia al relato presentando a la ciudad como el lugar donde todo es posible.
Y la fama viene a cumplir ese anhelado objetivo en los personajes al consumar sus deseos, sus fantasías por más irreales que sean. La popularidad tiene ese poder de atracción que luego Allen derivará en situaciones de cama, haciendo alusión a El Decamerón.
Woody Allen no es de los directores que se caracterice por incursionar en nuevos géneros y formatos tecnológicos como si es el caso de Martin Scorsese por citar otro director con amplia trayectoria. Sin embargo, Allen es efectivo en su propuesta: temas recurrentes con brillantes ideas para seguir desarrollándolos. Y la idea de la ducha (no adelantaremos más al respecto) es una genialidad.