Más allá de las palabras
También actriz, Morales cambia la opresión pandémica por una luminosa fábula de encuentro entre dos personas radicalmente opuestas pero hermanadas por el desasosiego y la incertidumbre.
¿Puede haber intimidad a la distancia? ¿Importa la cercanía física para forjar un vínculo imperecedero basado en la honestidad y la transparencia, en el compañerismo y la comprensión, en la escucha atenta y respetuosa del otro? ¿Es posible una comedia romántica sin romance? ¿Y un amor que trascienda la atracción y el deseo físico? Las preguntas afloran apenas corren los créditos finales de esta notable película dirigida por la estadounidense de origen cubano Natalie Morales, escrita por ella junto a Mark Duplass y con solo ellos en escena durante los precisos (y preciosos) noventa minutos. Filmada durante la etapa más aciaga de la pandemia, A un click de distancia hace honor a su título original (Language Lessons) no solo porque el disparador narrativo es el inicio de unas clases online de español, sino porque en su génesis está la voluntad de indagar en los modos contemporáneos de entender la comunicación. El lenguaje, para Morales, son más que palabras; es una llave que abre puertas a destinos inesperados. Cariño y Adam bien pueden dar cuenta de eso.
Ya no alcanzan los dedos de una mano para contar las películas realizadas durante la pandemia que orbitaron –y siguen orbitando– alrededor del uso del Zoom: personajes hablándose a través de ventanitas e imágenes pixeladas en películas mayormente asfixiantes y con la Covid como elemento recurrente, donde la soledad se conjuga con el miedo y la paranoia. Morales muta ese oscurantismo crepuscular por una luminosa fábula de encuentro entre dos personas radicalmente opuestas pero hermanadas por el desasosiego y la incertidumbre. No es descabellado imaginar que dentro de unos años, cuando los barbijos sean un recuerdo brumoso, A un click de distancia perdure en la memoria, pues su alcance trasciende ampliamente lo coyuntural. Tanto así que no necesita andar gritando que está filmada en tiempos de Covid para dialogar de frente con su tiempo.
Lo trama, como todo aquí, es mínima, sencilla y despojada de adiposidades. Adam (Duplass) está felizmente en pareja con un hombre de billetera abultada que, ante una mención acerca de que le gustaría mejorar su español, le regala un paquete de clases con Caridad, a quien todos llaman Cariño (Morales). Un paquetón, en realidad: cien clases por adelantado pagó el muchacho. Los primeros encuentros consisten, básicamente, en romper el hielo con charlas de rigor acerca de qué hace cada uno, cómo vive, cuáles son sus rutinas. Allí empieza a definirse el carácter espejado de uno y otro: Adam viene de una familia humilde, supo estar casado con una mujer y pegó un salto de calidad juntándose con su nueva pareja, abrazando una vida a todo lujo que incluye, entre otras delicias, una sesión de nado en la pileta gigante –con un sector de agua fría y otra caliente– matutina, sesiones de yoga al mediodía y descorches de vino a las cuatro de la tarde. Ella, al principio, hace del enigma una norma, hasta que la sorpresiva muerte de la pareja de Adam en un accidente de tránsito lo sume en un estado de fragilidad que sintoniza perfecto con el andamiaje emocional de Cariño.
Y así arranca esta relación construida en dos idiomas y en la cada quien, a medida que avanzan los encuentros, va quitándose las distintas capas que, a la manera de una cebolla, cubren un núcleo interno hecho de dolores pasados cuyas cicatrices perduran hasta hoy. Mientras Adam lidia con el vacío de la ausencia reciente, Cariño se enfrenta como puede a la insatisfacción general de quien marcha por la vida sin un norte definido. Armado íntegramente con sesiones de video en spanglish y varios mensajes enviados entre ellos, el relato consigue, a través de esas charlas en muchos casos diferidas, un grado de intimidad que más de una película “normal”, con actores compartiendo set, envidiaría. Duplass y Morales creen a pies juntillas en lo que escribieron, dotando a sus criaturas de un grado de humanidad y empatía notable, otra razón para catapultar a A un click de distancia, que llega horas antes del conteo de Crónica TV y los brindis, a la lista de las mejores películas del año.