A una legua, aún partidaria del formato documental, dispone de un manejo del lenguaje cinematográfico bastante sutil: en primer lugar, porque ni durante las entrevistas –a ingenieros, a músicos, a parientes-, ni en los recitales, los participantes miran siquiera a la cámara por accidente; en segundo lugar, porque escena a escena adquiere un pulso con el cual no pierde tiempo con golpes emocionales funestos, ni con información innecesaria; y en tercer lugar, porque dicha información jamás muere en el acto de ser mencionada. Para ilustrar en este último aspecto: si nos comentan que el elemento clave para materializar los bombos es el ceibo, más adelante vamos a ver cómo extraen la madera para hacerlos; si Carbajal se propone hacer bombos con bidones, vamos a ver cómo visita la fábrica de Ivess a pedirlos en cantidades; si nos dicen que el bombo es un instrumento musical que no se limita con el folclore, asistiremos a un recital en el cual Camilo combina sus notas con las de colegas que usan instrumentos electrónicos. Es un documental con escalas y arma su puesta en escena con locaciones que va referenciando.