A Ud. no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo narra el caso del canadiense Omar Khadr, prisionero menor de edad acusado de matar a un soldado norteamericano. El documental se estructura a partir de las grabaciones del interrogatorio de cuatro días al que un grupo de inteligencia canadiense somete a Khadr. Los directores no se conforman con contar con ese material impresionante, expuesto recientemente por los tribunales de Canadá, sino que alrededor de las grabaciones suman testimonios de líderes de organizaciones de derechos humanos que compartieron el presidio de Guantánamo y Baghrar (donde los soldados americanos les aplicaban torturas terribles a los sospechados de terrorismo), abogados y psiquiatras, entre otros. El resultado es una película que no confía en las durísimas imágenes a las que tiene acceso y que necesita facilitarle a su público un comentario siempre esclarecedor que complemente mientras sobreexplica lo que las grabaciones por sí solas alcanzan a describir perfectamente.
Muchos entrevistados hacen las veces de meros comentadores que no aportan más que su indignación frente al interrogatorio de Khadr. La película se regodea con los padecimientos de Omar al tiempo que pretende mostrarse objetiva; en la escena en la que el prisionero llama desesperadamente a su madre, los directores operan un zoom sobre la imagen de baja calidad de la grabación y la multiplican por cuatro hasta que lo único que puede verse en la pantalla es al prisionero sufriendo. Mientras tanto, se intercalan testimonios que explican búrdamente que el hecho de llamar a su madre significa que Omar está quebrado, que ya no puede resistir más, que está experimentando una especie de regresión. Los directores hasta se atreven a hacer ver esas imágenes a su propia madre y hermana y exhiben sus reacciones de manera miserable y efectista frente a cámara. Lejos de pelear por la causa de Omar, la película pareciera más bien estar parasitando su figura, como si se lo redujera a un mero sujeto al cual se puede agotar mediante la psicología y la lástima; los directores se sirven de su víctima para perpetrar una película abyecta que no se detiene ante nada a la hora de conseguir el apoyo a su causa y el favor del público.