Una fuerza militar instalada en un país desconocido. Salidas al territorio, resistencia local, escaramuzas. Los soldados añoran el hogar. A sus familias no les va mucho mejor en su tierra. Operación en pueblo carenciado, ataque sorpresa de rebeldes, contrataque de los militares asustados. Posible violación de las leyes de la guerra, cita de la justicia nacional, comandante a juicio. La danesa A War: La otra guerra suscribe a todos y cada uno de los lugares comunes que Hollywood popularizó con esa especie de mezcla de cine bélico y las películas sobre procesos legales. En todo el mundo, A War parece ser recibida como novedad, como un artefacto cinematográfico extraño y distintivo, pero exceptuando el origen y cierto despojamiento formal a la hora de filmar la acción, el modelo del director y guionista Tobias Lindholm es el cine narrativo norteamericano. El trabajo de imitación funciona sobre todo en la primera parte, cuando los soldados que tratan de ganarse la simpatía de los pobladores de una pequeña aldea de Afganistán con el fin de aislar y debilitar a las fuerzas talibanes. El uso del fuera de campo, la construcción del espacio y la utilización del sonido (sobre todo durante el ataque) son el principal insumo de la película para la elaboración del suspenso y el aprovechamiento del entorno. En cambio, las miserias cotidianas de la esposa y los tres hijos del protagonista en Dinamarca no son muy distintas de las que podrían verse en cualquier drama del montón. Pero el gran problema llega con el juicio: el director no tiene idea de cómo hacer de la sala un lugar atractivo o mínimamente legible. Los planos alternados de la defensa, por un lado, y de la fiscalía, por el otro, sugieren que la película no sabe cómo filmar su tema y, de paso, se comprende de golpe la complicada ingeniería visual que ponen en funcionamiento las películas de juicio, con su tendencia a la maximización de la información y a la división clara de jueces, jurados y público, que rodean y realzan a acusados y acusadores, verdaderas estrellas del conjunto. En su intento de copia, A War enfatiza sobre todo el dilema moral que proponen películas como El motín del Caine o Código de honor, pero al final una vuelta de tuerca rompe con las expectativas y la película naufraga entre el efectismo y un discurso militarista grueso. Semejante giro en una película estadounidense la habría hecho merecedora de los gastados motes de “imperialista”, “pro yanqui” y otros epítetos similares, pero tratándose de cine danés, los críticos no parecen haber reparado mucho en eso.