La moral, la ética y las consecuencias de la guerra son los ejes de la nueva película del danés Tobias Lindholm, quien nuevamente quedó a las puertas de ganar un Oscar a la mejor película extrajera (fue guionista de la recomendable La Cacería, que compitió por el mismo premio en 2013). Y aquí, otra vez vuelve a poner a un hombre ante el dedo acusador de un tribunal, sin más armas para defenderse que su propia convicción.
A war divide su trama en dos. La primera parte, a su vez, reparte el punto de vista. Por un lado, la acción se centra en las peripecias de una tropa danesa en Afganistan. Al frente del grupo está el comandante Claus Pedersen (Pilou Asbaek), respetado jefe de operaciones que, lejos de digitar las estrategias a control remoto, comparte la linea de fuego con sus soldados. Pero Claus, además de su cargo jerárquico en el ejercito, es esposo y padre de tres hijos que lo extrañan. Es entonces donde la linea narrativa se intercala con los días de la mujer de Claus (Tuva Novotny) ocupándose como puede de la casa y los chicos.
La segunda parte, que reunirá involuntariamente a la familia, es la más atractiva del film. Claus está de vuelta en casa debido una "mala praxis": ordenó un bombardeo sobre un complejo que, al parecer, estaba habitado por civiles y deberá someterse a un juicio con posibilidades de prisión. Allí aflorarán, todas juntas, las contradicciones, las autocríticas y las heridas abiertas de la post guerra. Claus es consciente de su accionar erróneo, pero la presión de su mujer y un solvente argumento que prepara un abogado tratarán de evitar la condena.
El aplomo de Asbaek resulta fundamental para esta película que, si bien no juzga el conflicto bélico (en ningún momento, por ejemplo, se escucha la palabra "terrorista"), tampoco está exenta de algún golpe bajo (la escena en que Claus superpone los pies de su hijo con los de un afgano muerto). Su idea central es mostrar la guerra que da inicio después: la guerra con uno mismo.