Pecados de guerra
El juicio a un oficial que pudo haber cometido una decisión fatal plantea dilemas morales en este gran filme.
Los aspectos morales de A War: La otra guerra plantean al espectador situaciones para incomodarlo, o al menos generar contradicciones. Eso viene sucediendo con gran parte del buen cine danés, sea el primer Lars von Trier, Susanne Bier o Thomas Vinterberg, y hay que agregar a la nómina a Tobias Lindholm.
El realizador cerraría con A War una trilogía sobre hombres no tan comunes en situaciones límites, que inició con R y El secuestro y la culmina con la historia del oficial Claus Pedersen (Pilou Asbaek), que está con el ejército danés en el frente en Afganistán. Lo del frente es taxativo y literal, porque Pedersen encabeza una misión con su tropa, cuando son emboscados por talibanes. En la misión morirán civiles afganos, sea por culpa o no de Pedersen, que toma una decisión en el fragor del combate, y por la que termina siendo sometido a un juicio en Copenhague.
Las cosas en casa se ponen tan arduas como en el desierto asiático. La esposa de Claus y sus hijitos no quieren perder al padre de familia: si lo declaran culpable podría pasar varios años en prisión. Y allí es donde entra a jugar la cuestión ética: si fue responsable de las muertes, ¿no debería cumplir la condena? ¿Se puede gambetear una situación para que su familia no sufra? Y la clásica: el fin, en síntesis, ¿justifica los medios?
El director contrapone, pero de manera muy inteligente, la posición de una fiscal incorruptible y un abogado que busca los recovecos que en todo litigio legal se pueden encontrar para ayudar a su cliente. Y están, cómo no, los soldados a los que la decisión de Pedersen salvó sus vidas.
Lindholm se vale de herramientas bien cinematográficas -como encuadrar cerrado, para que dé la sensación de que lo que está en el espacio off, lo que no se ve, es tanto o tal vez más importante que lo que sí se observa- para generar tensión.
Pilou Asbaek. Es el militar que es juzgado en Copenhague por una decisión que tomó en Afganistán.
Para mejor, Lindholm es riguroso en la presentación del probable crimen de guerra. Es sensible y detallista, por lo que es recomendable estar atentos cuando ocurre la misión en sí, para poder sacar conclusiones y debatir, luego, el final de la película.
La película tiene una primera parte en la que se muestra la vida cotidiana de los soldados y la de la familia de Pedersen. Las secuelas que las guerras dejan en los que participan, estando o no en la batalla, es tratado con asiduidad, pero aquí la cuestión sube un escalón más. E inquieta como un buen thriller legal.