Los dilemas de la guerra
“La otra guerra” no se parece a ningún otro drama bélico de los últimos tiempos. Lo bélico en realidad es una excusa para confrontar al espectador con su costado políticamente correcto. A diferencia de “Vivir al límite” o “La delgada línea roja”, “La otra guerra”, como lo dijo su director, “no es una película moral”. Sus protagonistas, soldados del ejército danés enviados a la guerra de Afganistán, responden a la lógica de su profesión y a la misión que les fue asignada: enfrentar a los talibanes y defender a los civiles. El personaje protagónico es Claus Pedersen, un héroe clásico, que tras la muerte de uno de sus soldados se pone al frente de un batallón que duda sobre las razones de estar allí. En medio de una operación de patrullaje por campo minado y con los talibanes cercándolos, debe tomar una desición de la que podría depender su supervivencia y la del grupo que dirige. En el filme, que compitió por el Oscar en febrero pasado en el rubro mejor película en lengua no inglesa, el director desplaza la discusión sobre la eticidad de la guerra y se concentra en una de sus posibles consecuencias, como la que debe enfrentar el oficial al regresar a su país y rendir cuentas a la sociedad civil por su acción en el frente. Lindholm, con inteligencia, no cuestiona a la Justicia, sino que intenta analizar su ejercicio en base a un hecho ocurrido en una situación extrema.