Una víctima en busca de venganza
Resentido, ladrón y asesino, Aballay cabalga contra el viento con su banda de forajidos en busca de sus víctimas para sumar dinero y pertenencias a su botín. En una de sus andanzas, el grupo divisa una diligencia ocupada por un comerciante y por su pequeño hijo, y el ataque contra ellos es tan brutal como innecesario. El niño, escondido en un cofre del carruaje, observa el rostro del asesino. La mirada del pequeño perdurará en Aballay superando el tiempo. Ese gaucho dueño y señor de la inmensidad de los espacios abiertos sabe que en cualquier momento ese muchachito lo buscará y lo encontrará para cumplir su juramento de venganza. El film, un nuevo abordaje del western gaucho, con el desafío de salirse del estereotipo de la gauchesca y de redescubrir ese personaje con la liturgia de sus armas, su relación con la ley y su íntima vinculación con el caballo, en una epopeya épica y expresiva en la que la vida y la muerte juegan sus papeles trascendentes. Todo aquí habla de un salvajismo anudado a esa voluntad de Julián por hacerle pagar a Aballay su crimen hasta que ambos, cara a cara, comprobarán que la venganza ha llegado.
Spiner supo manejar con indudable maestría este western que posee todos los elementos para configurar un relato en el que sus componentes principales -venganza y duelo- son abordados dentro de una temática de alcance global, con una excelente fotografía y una música que logra imponer su ritmo a la acción.
El elenco supo, a su vez, dar verosimilitud a cada uno de estos complejos personajes y logró imbuir de la crueldad esperada, y alguna tenue luz de esperanza, a esta producción que, sin duda, engalana la cinematografía nacional.