Esa emoción única que produce el cine en estado puro logra despertar Aballay, el hombre sin miedo, en principio el mejor opus de Fernando Spiner, cineasta que venía prometiendo esa gran película que finalmente llegó. El realizador de La Sonámbula y Adiós querida luna abandona el cine futurista presentando una formidable conjunción de western clásico con épica gauchesca, amalgamada con toques narrativos propios del cine contemporáneo. Ese género emblemático, irresistible aún en su versión italiana, se ve mixturado aquí con ese pistolero de a caballo pampeano del cine nacional, que acaso llegara a su máxima expresión a través del Juan Moreira de Favio. Spiner abreva equilibrada, intensa y jubilosamente en estas vertientes, arribando a una pieza estupenda, dotada de gran solidez dramática y expresividad visual. La historia hace énfasis en la venganza, sentimiento clásico en el género, pero ofrece giros propios del talento del autor del relato original, Antonio Di Benedetto; combinando crudas escenas de acción con momentos intimistas, sugerentes, místicos y alegóricos, fundamentalmente rebosantes de argentinidad. Elementos enriquecidos por la magnífica pintura musical de Gustavo Pomeranec, la fotografía de Claudio Beiza, y sustancialmente un elenco inmejorable, con la sorprendente máscara de Pablo Cedrón y un descollante Claudio Rissi a la cabeza.