La violencia está en nosotros
Fernando Spiner (1958, Buenos Aires) es uno de los directores más creativos que ha tenido nuestra televisión, como lo demuestra su trabajo para las miniseries Zona de riesgo V (1993) y Bajamar (1995), empleando recursos que colegas suyos ignoran por desinterés o pereza (fundidos, travellings, cambios de luz, edición en el mismo plano). Aunque las historias de misterio parecen las más adecuadas para poner en evidencia su capacidad, a la hora de hacer cine ha encarado otros géneros, con dispares resultados (la ciencia ficción en La sonámbula, el humor en Adiós, querida luna).
Con Aballay – El hombre sin miedo propone una suerte de western con gauchos, partiendo de un cuento de Antonio Di Benedetto. Si en el relato original es el penitente Aballay (Pablo Cedrón) el protagonista, en el film se pone más atención en el punto de vista del “niño hecho hombre” (Nazareno Casero) que sale a buscarlo, para vengar la muerte de su padre.
Tal vez lo mejor de Aballay no sea el profesionalismo con que ha sido planeada y realizada, con calidad en todos sus rubros, o el hallazgo de haber consumado un dinámico film de aventuras con íconos de la cultura argentina, sino sus entrelíneas sobre la violencia que entraña nuestra Historia, ya que, en medio de las chacareras, las boleadoras, la riña de gallos y la imagen de la Virgen, aflora la crueldad en las relaciones humanas en medio de la Pampa.
La ambigüedad de Aballay (así como un plano parece buscar una analogía del personaje con el propio Jesucristo, su imagen de héroe o santo sufre un cambio hacia el final) y las enrarecidas versiones de La marcha de San Lorenzo apuntan a esa dirección: mirar con desconfianza o con algo de ironía cierto nacionalismo inocuo y superficial.
Objeto de comparaciones con exponentes diversos del western y del cine gauchesco, no parece pertinente asociarla al Juan Moreira de Favio (pleno de digresiones poéticas y con una visión mitificadora del gaucho), sino, en todo caso, con la obra de Sam Peckinpah, Walter Hill o Sergio Leone: aquí hay aspereza, sangre, ferocidad.
A pesar de la discutible incorporación de algunos actores (Goity, Fontova) y cierto preciosismo formal (innecesarios ralentis y aceleramiento de nubes en el cielo), Aballay luce impecable como film de género: los tramos de acción y enfrentamientos que se suceden en la última media hora tienen una logradísima intensidad. Una curiosa y perspicaz apelación a temas y personajes muy nuestros, en busca de un público deseoso de emociones fuertes.