Un documental sobre un músico de más de 90 años predispone a esperar una historia sepia, narrada en pretérito imperfecto. Pero Abalos, una historia de 5 hermanos tiene como protagonista a Vitillo, uno de los nonagenarios más inquietos del mundo, que sigue en plena actividad, y entonces la película contagia una inesperada vitalidad.
Víctor Manuel, el cuarto de los Abalos, es el único sobreviviente del quinteto santiagueño que entre 1939 y 1997 fue emblema del folclore argentino. Podría ser un personaje de Buena Vista Social Club o Café de los Maestros: querible, venerable, a los 96 años mantiene su talento musical intacto. El repasa la historia que forjó junto a sus hermanos -Machingo, Adolfo, Roberto y Machaco- y evoca su infancia en Santiago del Estero, los primeros años del grupo, su difícil adaptación a Buenos Aires, las giras, alguna zapada con Louis Armstrong, una fecha compartida con Los Beatles en Japón.
Pero hace dos décadas que Vitillo emprendió su camino en solitario, y todavía sigue en la ruta, y entonces la película es más a colores que en blanco y negro. Escenas de su vida cotidiana -desde la compra en la verdulería hasta su trabajo en Radio Nacional Folklórica, donde tiene un programa semanal- se alternan con la trastienda de la grabación de un nuevo disco. Impulsado por su sobrino nieto Juan Gigena Abalos -guitarrista de Ciro y Los Persas-, Vitillo repasa el repertorio de los Abalos con Juanjo Domínguez, Jaime Torres o Jimmy Rip, comparte escenarios con Raly Barrionuevo, La Bomba de Tiempo o Ciro, actúa en un videoclip con Roger Waters, se cruza con Spinetta en un estudio.
“No pertenezco a la edad del calendario, sino a otra edad, a otro calendario: el de las ganas de vivir, de hacer, de alegrar al prójimo. No tenemos un cable a tierra inanimado, estamos buscando siempre”, dice Vitillo, y no queda más que desear vivir, a cualquier edad, como él.