Alma de bombo y canción
Ábalos, una historia de 5 hermanos (2017) es un documental muy emotivo que gira en torno al emblemático grupo Los Hermanos Ábalos oriundos de Santiago del Estero. Dirigido por Josefina Zavalía Ábalos, este material se convierte en una pieza importante porque salvaguarda la tradición más sagrada del folklore argentino para hablar de temas mucho más transcendentes. Todo desde una eficacia de artesano, atento al detalle, y demostrando que la herencia siempre vence a la muerte.
Juan Manuel, integrante del grupo Ciro y los Persas, es el impulsor de esta historia que tiene como protagonista a su tío abuelo: Víctor Manuel “Vitillo” Ábalos de 88 años. El último sobreviviente del grupo santiagueño, bombisto de Los Hermanos Ábalos. Ambos irán en busca de revivir toda la música tradicional que interpretaba el grupo, pero con la novedad de producir una mezcla con músicos actuales y nuevos ritmos. Grandes figuras desfilan de la talla de Roger Waters, Luis Alberto Spinetta, La bomba de tiempo y muchos más. Y a la vez, para “Vitillo” será despertar dentro de un viaje hacia el pasado: el recuerdo de sus hermanos, de las presentaciones, de la gira, del cine de la fama y sobre todo, de las canciones que nunca olvida.
El personaje de Vitillo es lo más conmovedor y atrapante. Es lo que le da el clima y la emoción a todo. Es tan esencial pues su vitalidad y alegría se impregna en cada imagen. Su amor por la música contagia y con eso ya nada decae. Hay un nivel coherente y concreto que incluso cuando son completamente dispares los géneros musicales que interactúan entre sí, todo sigue su curso. Tenemos chacareras santiagueras entrelazadas con el rock o con la música electrónica y hasta la música clásica. Pero por sobre todo, cada uno de los fragmentos de esta aventura está muy bien construido porque nunca se pierde la figura de Vitillo. El relato se concentra en su mejor personaje y, a la vez, la película no lo agota ni se engolosina con este personaje tan potente. Es tan puntual que con ello crece la estructura narrativa.
Es interesante, justamente, que dicha estructura parte de lo más rutinario y elemental, y desde ahí cautiva con grandes temas. Los Hermanos Ábalos llegaron a Japón, a tocar junto a Armstrong y a cruzarse con los Beatles. Nada se sobredimensiona, es más, hay un tinte onírico entre los bailes y la mezcla de concierto en vivo que enriquece esa mirada realista de los hechos. Como un gran álbum de fotos, está todo bien medido, y entonces cada extracto es un pedazo bien entrelazado que despierta la nostalgia en una forma más sólida.
Al final nos queda la música como el gesto más relevante. La música es el golpe de efecto de la película, el buen sabor, puesto que en el son de su bombo y los bailes del siglo pasado, Vitillo nos muestra que el folclore siempre existe, y es parte de nuestros días.