Vitillo forever.
En Vitillo Ábalos, el único integrante de la mítica formación Los hermanos Ábalos, se amalgaman la vitalidad de la senectud con la sabiduría de un hombre tan generoso con su música como desde su don de gentes. Esa frase hoy parece dormir en los laureles de épocas pasadas, así como el valor de la palabra para sellar la confianza entre pares, el apretón de manos y el mirarse a los ojos.
En cada encuentro de Vitillo con músicos invitados para grabar un disco, gracias a la iniciativa de uno de sus sobrinos nietos, Juan Gigena Ábalos, músico de rock y guitarrista junto a Ciro (ex líder de Los Piojos), se ve transmitida esa virtud. Formar parte de un viaje por el cancionero del grupo es la excusa ideal para un puñado de anécdotas, que traen la ausencia de los cuatro hermanos que ya no están desde la voz del que quedó.
Eso es a grandes rasgos este documental homenaje dirigido por Josefina Zavalía Ábalos y Pablo Noé, un reconocimiento más que merecido a este ícono popular, que transmitiera a partir de sus canciones y música, acompañada siempre de baile, no sólo el folclore santiagueño sino una gran página de la historia musical argentina.
Rock y folclore, transmisión generacional para que estalle de la mejor forma posible ese lenguaje increíble que solamente necesita sensibilidad y corazón para cruzar fronteras, como lo hiciera este conjunto de cinco hermanos que allá por la década de los 40 encarara la aventura de partir hacia Estados Unidos o Japón para contagiar ese espíritu y alegría por gozar de un don.
La arrolladora personalidad de Vitillo Ábalos (en el documental tenía apenas noventa y tantos y va por más) genera ganas de vivir, para muchos la veneración a las leyendas vivientes como la que mostrase Roger Waters en su paso por Argentina y su invitación personal a que el último de los Ábalos tocara con él.
Será un gato, una copla, un carnavalito, una baguala, una querencia disfrazada de poesía y una añoranza escapada de un bombo la marca registrada del Vitillo de siempre, aquel que con los años no pierde la voz y tampoco la misión de que sus hermanos aparezcan cada vez que se para y sacude el bombo, sin perder la compostura escénica se trate de un barrio cualquiera, un estudio de grabación o el Monumental ovacionando su performance al lado de Ciro y los Persas.
Salud Vitillo!!!