Bousman se ubica en esa resistida tradición de cine de terror de segunda línea, que se caracteriza por la proliferación de productos para ser consumidos como si fuera una deliciosa pero poco saludable comida chatarra.
Los amantes del terror conocen al director Darren Lynn Bousman por haber dirigido tres entregas de la saga El juego del miedo (II, III, IV) y por haber hecho al menos dos películas musicales clase B de culto (Repo! The Genetic Opera y The Devil’s Carnival). Bousman se ubica en esa resistida tradición de cine de terror de segunda línea, que se caracteriza por la proliferación de productos para ser consumidos como si fuera una deliciosa pero poco saludable comida chatarra y la incorporación de algún actor sólo conocido por los fans del género.
Es en esa abundancia de productos vemos tandas de películas que se parecen entre sí y cuyos argumentos no agregan nada nuevo al viejo género de terror. Pero otras veces aparecen llamativas deformidades con ideas imposibles y desquiciadas y complejísimas, como es el caso de Abattoir: recolector de pecados, y es sólo en ese contexto donde hay que evaluarlas (el de la tradición norteamericana de terror clase B).
La trama de Abattoir: recolector de pecados es tan ambiciosa que se torna intricada e inentendible, y es justamente esto lo que la hace única en su demencia. La reportera de bienes raíces Julia Talben (Jessica Lowndes) empieza a investigar el brutal asesinato de su familia. Lo raro y lo complejo empieza cuando Julia va a la escena del crimen en la casa de su hermana y se encuentra con que la habitación donde ocurrieron los hechos fue erradicada como por arte de magia (negra). A esto se le agrega el nombre de un misterioso señor: Jebediah Crone.
Las pistas que tiene Julia la llevan a Nueva Inglaterra, su pueblo natal, ayudada por su exnovio y detective Declan Grady. Allí se encontrará con gente muy extraña y con la casa formada por infinitos ambientes donde habitan las almas condenados por el diabólico Crone. Pero no es cualquier casa, sino una especie de puerta sobrenatural hacia el mismísimo infierno.
No pregunten por qué suceden las cosas, ya que estas películas no se permiten explicaciones lógicas. Tampoco intenten ahondar en la trama, que de por sí pertenece al orden de lo descabellado. Sin embargo, la gracia de estas historias es que no estén desarrollados a la perfección, sino que cuenten con todas las inconsistencias de la clase B. Que sea regular no quiere decir que sea mala. Los fanáticos del género tienen que verla.