Hay cosas que sólo pueden ocurrir en Norteamérica y Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es una de ellas. Imaginen tomar a un venerado padre de la patria y lanzarlo contra una horda de zombies en una de las ideas mas sacrílegas que uno haya escuchado en la vida. Todo esto salió del coco de Seth Grahame-Smith, un tipo al que se le ocurrió mezclar literatura clásica con el género de terror, y terminó por descubrir una auténtica mina de oro. En una próxima horneada tendremos la oportunidad de apreciar otro hit de este auteur, Orgullo y Prejuicio y Zombies, la cual se encuentra a la espera de su inminente rodaje en los estudios de Hollywood.
Ciertamente mezclar ficción clásica (o personajes históricos, como es este caso) con una trama de terror suele devenir en un licuado que resulta tan fascinante como bizarro. La idea de Grahame-Smith no difiere demasiado de la esencia del género de historia alternativa - p.ej. los dichosos escenarios en donde Hitler gana la Segunda Guerra Mundial -, en donde se toma algo conocido por todo el mundo y se genera una versión radicalmente diferente. Mientras que la historia alternativa fantasea con escenarios posibles (qué pasaría si...?), la ficción alternativa de Grahame-Smith no cambia en lo más mínimo la base de una trama o una historia archiconocida, pero le encuentra otro significado a los sucesos más trascendentes de la misma. Por ejemplo, decir que el personaje X no murió de difteria sino a causa de una mordedura de vampiro, o que la Guerra de Secesión fue en realidad un conflicto entre humanos y vampiros, los cuales no querían desprenderse de los esclavos ya que eran una fuente fresca e inagotable de sangre.
En sí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros no deja de ser una humorada nerd. Es necesario conocer la versión seria del tema - la historia real de Lincoln - para apreciar en su justa dimensión el chiste que nos quiere hacer Grahame-Smith. Como los yanquis son muy devotos de sus próceres - conocen hasta lo que desayunó el día que fulano se fue a la batalla de mengano, o cuándo le metieron una bala en el coco a zutano -, seguramente se deleitarán con los pormenores tergiversados que inventó el autor. Para el resto, esto no es mas que la historia de un superhéroe del siglo XIX, dedicado en su tiempo libre a exterminar chupasangres. Cuando el filme encarrila por ahí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es divertida. Cuando se pone seria y estoica - recreando los grandes momentos históricos de los cuales Lincoln fuera realmente el protagonista - el filme se achancha terriblemente. Incluso diría que lo histórico atenta contra lo narrativo, forzando a que el relato de saltos para cumplir con las fechas, batallas, citas y discursos memorables del barbudo protagonista. La película camina mucho mejor durante la adolescencia de Abe, ya que es un periodo más informal y en donde la trama tiene mayores libertades narrativas.
La primera hora es buena. Como al mando está Timur Bekmambetov (Wanted, Nightwatch), la acción está filmada como los dioses. Hay una disparatada persecución en medio de una estampida de caballos, y algunas sangrientas peleas a hachazo limpio que parecen salidas de Matrix - otra que hacha time -. El problema es la segunda hora, en donde entra a jugar fuerte la historia real del personaje y que termina siendo un parche encajado con fórceps. Mientras que en los primeros 60 minutos el protagonista era un cruzado enemigo de los vampiros, de pronto descubrimos que el tipo largó todo, pasaron como quince años, y se convirtió en presidente norteamericano. Ok, la excusa es que el tipo sigue peleando pero esta vez desde la política - como detalle original, resulta que los vampiros utilizan a los esclavos como fuente fresca de sangre y por eso Abe decide abolir la esclavitud - y, como los vampiros son racistas y sureños, se levantan en armas provocando el estallido de la Guerra de Secesión. Pero el relato va a los saltos y la credibilidad se fuerza de una manera terrible. En especial en el climax, en donde la acción pasa de espectacular a absurda, y en donde ocurren tantas cosas ilógicas que a uno le provocan ganas de abuchear a la pantalla.
En sí, Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros es como ver dos películas juntas. La primera hora está buena, la segunda es más estoica y traída de los pelos. Es entretenida sin ser emocionante, y me da la impresión de que toda la premisa daba pie para generar algo con más gracia (o al menos, que se tomara a sí misma mucho menos en serio). Según entiendo, el libro era mucho más enciclopédico y entretenido, y acá transformaron la historia en un espectáculo de acción para satisfacer a Bekmambetov. Como sea, es una pelicula ok que no amarga a nadie pero que tampoco hará historia... por lo menos hasta que nosotros nos despachemos con algún simil criollo del estilo de José de San Martin, exterminador de chupacabras, o Manuel Belgrano, matador de pomberos.