Cosa curiosa, con esta película pasa exactamente lo contrario que con la nueva El vengador...: una historia disparatada que requería un tratamiento igualmente disparatado se ve perjudicado por lecciones de historia de los Estados Unidos dignas del peor Billiken. El título promete irreverencia, descalabro, absurdo y diversión. El “honesto Abe” es testigo de cómo un vampiro mata a su mamá, se vuelve con el tiempo asesino de chupasangres y, al mismo tiempo, un gran político, hasta que tiene que pelear de nuevo contra los íncubos porque apoyan al Sur esclavista. Y resulta que lo que mata al film es el enorme, demasiado pesado respeto que se tiene por Lincoln, que termina siendo una figurita de cera en unas secuencias y un aventurero ridículo en otras. El realizador Timur Bekmambetov (Se busca, Guardianes de la noche) es un especialista en acción alocada, pero no en contar una historia o crear personajes que nos causen empatía. Y es justamente en esto último en lo que el film termina fallando: hacía falta ser mucho más incorrecto.