Invisible a los ojos.
Algunos pensarán en plagio y otros en homenaje, lo cierto es que los hermanos Onetti vuelven a demostrar una avidez con el cine de terror de antes y la predilección en las coordenadas del “giallo”, reinado de grandes y notables directores como Dario Argento entre otros.
La estética es la que domina frente al argumento y tal como sucediera con sus anteriores películas como Francesca es el idioma y la no correspondencia con lo que la imagen muestra el plus que sumerge tanto la trama como al espectador en esta suerte de viaje nostálgico por un género ya pasado de moda.
Lo de pasado de moda va en contraste con la última operación rescate a partir de la relectura y aggiornamiento de un clásico como Suspiria. Mucho más pretenciosa y con un presupuesto seguramente superior al de este caso, donde los códigos del policial y elementos característicos del “giallo” se respetan de cabo a rabo.
Y también de cabo a rabo, una galería de personajes variopintos desfilan en esta historia que involucra el acto de magia como una falsa puesta en escena, algo visible a los ojos que sin embargo no se puede ver y que forma parte del truco, así como la idea de un falso culpable para hacer de lo derivativo un juego y de lo deductivo una ironía.
Eso ocurre en Abrakadabra, un opus plagado de muertes truculentas, algunas ideas sueltas y mucho color que se dispersa entre personajes que hablan en italiano y fantasmas del cine viejo que si bien nunca aparecen en escena o corporizados son invisibles a los ojos de una cinefilia rabiosa.