Tres semanas y media duró el rodaje de "Abril en Nueva York". Un impulso, cuenta su director (y ya reconocido actor que ha tenido un año pleno de trabajo y reconocimiento) mientras estaba en la Gran Manzana, lo llevó a rodar una historia, con un pequeño grupo de amigos.
Con diálogos armados en el día a día del rodaje, Martín Piroyansky profundiza ciertos temas que ya había abordado en su reconocido corto "No me ama": las relaciones amorosas, los vínculos afectivos en una pareja, las “idas y vueltas” entre dos personas.
Y logra una mirada honesta e intimista sobre estos asuntos, en clave de comedia romántica
En esta oportunidad, el director cambia el escenario local por el de la ciudad de Nueva York, donde filma la relación de dos jóvenes argentinos que prueban suerte allí, con el desafío que implica sobrevivir en tierras extranjeras -lejos de familiares y amigos-, concretar objetivos personales, y los avatares de mantener la unión y la dinámica del vínculo, a pesar de las divergencias.
La pareja protagonista, interpretada por Carla Quevedo (El secreto de sus ojos, 20.000 besos) y Abril Sosa (en su primera incursión en la actuación), aporta frescura y jovialidad al relato, así como profundidad dramática cuando el guión lo requiere.
Las escenas de intimidad y complicidad de los jóvenes están muy bien logradas, con una cámara en mano que está muy cerca de los actores y da acceso a su mundo privado, pero sin entrometerse.
Un dato para destacar es la música de la película, a cargo de Fernando Samalea y Les Menttetes, con un estilo indie folk que le da marco a la historia.
Los diálogos simples y francos le dan fluidez a la narración. Y ahí donde la película pierde fuerza con algunos giros tal vez innecesarios, la ópera prima de Piroyansky gana en la naturalidad con que narra esta historia pequeña, sin pretensiones, sobre los vaivenes de una relación amorosa en el extranjero. Un buen punto de partida para un joven director de cine nacional.