Una bobera
Con Abril en Nueva York, el actor Martín Piroyansky debuta en la dirección de largometrajes. Y lo hace con la historia de una pareja, Valeria y Pablo, que vive en la ciudad del título y atraviesan las típicas crisis de toda pareja. Hay diferencias entre lo que quieren hacer de su vida, pero fundamentalmente los problemas que dinamitan el vínculo tienen que ver con lo económico.
El film ha sido construido a imagen y semejanza de muchas, muchas, muchas películas independientes estadounidenses de parejas que sufren crisis y se pelean, se aguantan, se separan y se reencuentran en Nueva York, llevando a cabo sus propios proyectos entre bohemias y problemas económicos. El guión se construye a partir de ciertos caprichos narrativos y partir de allí la película pierde toda verosimilitud.
Abril en Nueva York está contiene situaciones que parecen importantes al comienzo, pero que son olvidadas rápidamente -y perdidas en el hilo narrativo-, mientras que un cierto maniqueísmo en la construcción de los personajes hacen que el relato sea errático. La dirección no logra dar el tono con el ritmo en ningún momento y la trama se resuelve con el viejo recurso del último minuto, que simplifica toda la problemática de la relación de pareja, donde la manipulación y el abuso psíquico es mucho más profundo que la bobera a la que parece reducirla Piroyanski.
NdR: Esta crítica es una extensión de la ya publicada durante el Festival de Mar del Plata.