Manhattan siempre estuvo cerca
Martín Piroyansky llamó la atención del público y de la crítica con su corto No me ama, de amplía circulación online y por diversos festivales. Ahora, consolida sus cualidades para la narración, la creación de climas y la exploración de los sentimientos en su debut en el largometraje, Abril en Nueva York.
El film cuenta la historia de una joven pareja argentina recientemente instalada en la Gran Manzana. El problema es que mientras Valeria (Carla Quevedo, rostro lozano de próxima mundialización) trabaja largas noches como recepcionista en un bar, Pablo (Abril Sosa) vaguea con sus amigos y no parece demasiado interesado en conseguir un empleo. A partir de esa anécdota, el protagonista de La araña vampiro construye un film que oscila entre el mumblecore (las charlas casuales, la cámara siempre cercana pero jamás entrometida) y el género romántico.
Si bien puede achacársele a Piroyansky algunos atisbos cercanos a la estética publicitaria y cambios de comportamiento bruscos y no del todo construidos en sus personajes, Abril en Nueva York es la más que bienvenida irrupción de un joven cineasta (26 años) con una visión del mundo propia y atenta a los pormenores de lo cotidiano. Y que, por si fuera poco, maneja con solvencia la narración y el género.