Comedia romántica en un país ajeno
El debut en la dirección del actor Martín Piroyanski, también guionista, transita con irregularidades pero siempre confiado de lo que pueda aportar la pareja protagónica –pareja en la vida real- que interpretan a Pablo y Valeria, dos argentinos que quieren probar suerte en E.E.U.U. para llevar a cabo sus sueños pero que se diferencian básicamente por las energías que cada uno dispone para seguir adelante, así como en el cotidiano esfuerzo para mantener sólida la pareja y de esta manera proyectar un futuro en un país ajeno.
Carla Quevedo encarna en su Valeria, pujante aunque contradictoria, un prototipo femenino que al cine argentino le viene sumando adhesiones ya vistas en la reciente 20.000 besos de Sebastián De Caro. La cámara le resulta tan natural para su fotogenia que esa simpatía aniñada, mezcla de inocencia y ternura, hacen de sus criaturas personajes queribles a la vez que sufribles. Es ella la que se carga al hombro y a las espaldas tanto la película como la inercia parasitaria de Pablo (el músico Abril Sosa), quien pese a su costado autodestructivo por momentos genera alguna sensación de empatía por un sufrimiento genuino que surge con espontaneidad.
Martín Piroyanski conoce los riesgos de compartir intimidad y filmarla tal como ocurre en la trama de Abril en Nueva York, pero así y todo continúa fiel a su historia pequeña con la frescura y la libertad para de repente experimentar con la introducción de música diegética que rompe con un naturalismo o pseudo realismo. También se atreve a burlarse con inteligencia de ciertos clichés del género en la elección del antagonista que ubica a Valeria en un dilema amoroso pero que a la vez orienta la historia hacia un espacio menos interesante que el que proponía un registro cómico o auto referencial, explotado en la primera mitad.
Son destacables los rubros técnicos, particularmente la fotografía a cargo de Pix Talarico y el sonido a pesar de las condiciones en que fue rodada la película.
Con sus irregularidades a cuestas pero en sintonía directa con su falta de pretenciosidad, esta ópera prima intenta dejar un sello diferente para las comedias románticas pensadas en base a productos norteamericanos y por ese riesgo vale la pena darle un crédito.