La ópera prima de Martín Piroyansky nos muestra la aventura amorosa de dos jóvenes argentinos que prueban suerte en la Gran Manzana.
Pablo y Valeria son una joven pareja, algo inmadura (sus charlas lo evidencian), con los problemas típicos de dos seres que todavía no encontraron su lugar en el mundo. Están viviendo en New York, sin pena ni gloria, intentando, cada uno a su manera, desarrollarse en sus respectivas carreras. Ella (Carla Quevedo), proyecto de actriz y recepcionista de un restorán. Él (Abril Sosa), una suerte de músico, que no tiene trabajo y parece importarle más beber y holgazanear. Tienen algo en común: viven juntos y se aman, con todos los defectos y virtudes que ello conlleva. Sus problemas amorosos y los devenires de la pareja son todo lo que tienen en la enorme ciudad cosmopolita que poco conocen.
Piroyansky nos trae una comedia romántica pero con los tintes dramáticos propios de la incertidumbre post adolescente que sufren sus protagonistas. La influencia del cine indie norteamericano está presente en la hermosa fotografía, la cámara en mano y los fueras de foco, un gran acierto de la realización. La edición, la música y la composición de cada plano vuelve interesante una historia que por sí misma no logra serlo tanto.
Definitivamente una película por y para jóvenes que conmueve más con sus imágenes que con sus diálogos, y que tiene la virtud de mostrar la ciudad que todos hemos visto desde otro lado, de una forma natural y sin espectacularidades, pero dejando en los ojos del espectador los cuadros ideales para embellecer el relato.