Tres mujeres con un futuro ahí afuera
La multipremiada opera prima de Milagros Mumenthäler narra la historia de tres personajes, en una sola locación, obligados a construir una salida posible a la pérdida y la ausencia. Intimista y personal apuesta argentina.
Desde el principio mismo, la apuesta de Abrir puertas y ventanas es arriesgada: tres protagonistas, una sola locación y el desafío de contar el crecimiento de cada uno de los personajes, que se ven obligados a la incertidumbre de construir un futuro posible desde la pérdida y la ausencia. De llegar los más indemnes posibles al mundo adulto. Sin embargo, Milagros Mumenthäler logra su objetivo con una infrecuente madurez narrativa para una opera prima que entre otros premios, el año pasado se alzó con el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno y con el Ástor de Oro en Mar del Plata.
Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta (Ailín Salas) crecieron sin padres y la única referencia a la mirada y a la contención adulta proviene de Alicia, la abuela fallecida hace poco. La película centra su mirada sobre ese instante extendido de un verano agobiante, del paso del tiempo, del tránsito entre el duelo de las tres chicas, de la convivencia sin un árbitro para los pequeños conflictos cotidianos y el afuera cargado de desafíos que inevitablemente cada una de ellas va a tener que transitar.
Mumenthäler va construyendo la atmósfera de capas opresivas que la mayoría de las veces puebla la casona y algunos momentos luminosos entre las tres hermanas a través de la dosificación de la información, con una puesta elegante y elusiva, que acentúa el encierro a partir de algunas pocas referencias que siempre está fuera de campo pero que acentúan el conflicto que se desarrolla puertas adentro. Y es esa falta de elementos para reconstruir el pasado de las chicas es lo que hace más curiosa y fascinante la búsqueda de la unicidad de cada uno de los personajes, un trío que lo será para siempre, aun cuando se separen.
Los conflictos derivados de los ánimos cambiantes, los celos, la competencia, la carga erótica que se dispara a partir de la cercanía de un joven vecino (Julián Tello), son todos elementos que dan cuenta de un verano melancólico pero fundamental, que en el futuro las hermanas recordarán como un instante decisivo.
En ese sentido Abrir puertas y ventanas es un relato que en muchos momentos se equipara con los climas intimistas de la obra de Lucrecia Martel y en menor medida con Celina Murga, es decir, Mumenthäler dialoga de igual a igual con el mejor cine argentino de los últimos años.