Algunas puertas y ventanas cerradas
Tres hermanas conviven en el caserón que dejó su abuela, recientemente muerta. Hay diferencias evidentes: Mariana (María Canale) es la líder, la que gusta de llevar adelante las cosas; Sofía (Martina Juncadella) está rodeada de misterios, cierra su pieza con llave, va a la facultad y vuelve con dinero, que esconde hábilmente; Violeta (Ailín Salas) es la “vaga” del trío, la que no colabora con las tareas de la casa. Este núcleo de conflictos está bien llevado por la directora Milagros Numenthaler, desde lo íntimo hasta lo público, en el lógico estallido. Y estas relaciones y la forma en que se van desarrollando serán, además, el camino que elegirá la realizadora para construir el relato y trazar su ritmo.
Abrir puertas y ventanas es la última ganadora del Festival Internacional de Cines de Mar del Plata. Es una película en las que las actuaciones están muy bien (salvo momentos muy puntuales, y lamentablemente decisivos, donde la película se tiene que salir del tono de autocontrol que le otorga Numenthaler, y ahí se notan algunos hilos y el registro chirría) y el film funciona desde lo formal, con una buena utilización de la música y los espacios: son especialmente bellos dos momentos musicales que tiene Abrir puertas y ventanas.
Pero más allá de las maravillas que se están hablando por ahí de este film, hay que decir que Abrir puertas y ventanas es una película con inconvenientes. Como buena parte del denominado nuevo cine argentino, se apuesta por un tono misterioso, de sustracción de información y emociones, y así es como varias cosas se van sugiriendo, pero nunca terminan de desencadenar en nada. Y esa es la gran trampa en la que cae Numenthaler.
Es que nadie pide revelaciones explícitas, sino que el juego del misterio sirva para decir algo, para revelar, desde lo tácito, algún nudo, alguna raíz de esos miedos que atormentan a las protagonistas, y las hace actuar en consecuencia. Por momentos, la directora abusa de elementos teatrales y confía poco lo cinematográfico, incluso hay indeterminaciones estacionales respecto de la época del año en que están viviendo las protagonistas y que generan lógicas desconexiones en el que mira. Una película prolija, pero que no termina diciendo casi nada de todo aquello que supone va a decir, y que apenas deja indicios sobre lo importante que es el crecimiento personal, individual, por sobre el del grupo. Contradictoriamente a lo que supone su título, algunas puertas y ventanas quedaron por abrirse.