Duelo en las sombras
Abrir puertas y ventanas, debut en el largometraje de la realizadora Milagros Mumenthaler, parece encerrar dos ideas desde su título que se ajustan y sintonizan con el clima íntimo del film: el desahogo por un lado, de ahí la apertura y por otro la búsqueda de secretos o de recuerdos tras el encierro que implica un duelo por la muerte de un ser querido.
Tres hermanas muy distintas entre sí, con su temperamento, Marina (María Canale), Violeta (Ailín Salas) y Sofía (Martina Juncadella) pasan un tiempo relativamente corto en la casa de su abuela, fallecida recientemente. Todo hace indicar, a partir de los detalles e indicios que se van acumulando en una trama donde los diálogos son precisos y no abundan, que fueron criadas por Alicia, esa abuela que ya no está pero que de alguna manera hace de su ausencia una presencia en cada rincón u objeto disperso en la casa. El otro personaje que entra y sale de la casa pero que provoca movimiento en su interior es el vecino-inquilino Francisco (Julián Tello), con quien interactúan las hermanas en disputa permanente por su atención.
La sutileza con la que Milagros Mumenthaler, que recibió el Leopardo de Oro en Locarno por esta ópera prima, maneja los tiempos y construye los lazos afectivos, al tiempo que transparenta los conflictos, envidias, celos, dolores, frustraciones y angustias, es la mayor virtud de Abrir puertas y ventanas. Sin embargo, ese logro es plausible gracias a la buena predisposición de las tres actrices, entre quienes debe destacarse por su rol de mayor exposición en lo que hace a emociones María Canale –también ganadora en Locarno- en su personaje de Marina, que es quien parece hacerse cargo de asumir el duelo por sus otras dos hermanas y de intentar reconstruir un espacio al que le sobran historias pasadas, recuerdos dulces y amargos, pero al que le falta vida.
Hay escenas donde realmente aparecen las emociones genuinas y en las que la realizadora desaparece por completo para la contemplación de sus personajes y silencios, aunque existen varios momentos donde la cámara se adueña del espacio, lo recorre, lo habita, lo suelta como si se tratara de un fantasma que ronda a cada paso o un recuerdo que busca su refugio cuando lo único que queda es el vacío.
Abrir puertas y ventanas es un film no apto para ansiosos; es un viaje introspectivo por el universo invisible de los lazos fraternales, con el ritmo de aquello que no cambia por más que se intente moverlo de lugar como un sillón o un mueble que ocupa un espacio y deja otro espacio vacío. En ese intersticio de lo no dicho; de lo no visto se estaciona Milagros Mumenthaler con una cámara lúcida y una mirada personal y sensible.