Fugaz como un puñado de arena entre las Basada en un best-seller local en el que la autora relata su experiencia bulímica durante la adolescencia, Abzurdah, de la directora Daniela Goggi, es una película que puede compararse a un puñado de arena: contundente, áspera y abundante al comenzar, pero que a medida que el relato avanza no puede evitar escurrirse de a poco entre los dedos. No deja de causar sorpresa que sus defectos más notorios vengan de donde menos se los espera y que ahí donde el prejuicio hacía suponer que aparecerían los tornillos flojos, sin embargo la cosa resulte mejor de lo imaginado.El primer acto de la película consigue presentar un escenario perturbador que es capaz de incomodar con algo parecido a un thriller. Cielo (Eugenia “China” Suárez) cursa los últimos años del secundario y ya a finales de los ’90 conoce los secretos del flirteo a través de foros y grupos de chateo, en donde se hace llamar Abzurdah. En ese incipiente universo virtual es seducida por un chico que resulta ser un hombre diez años mayor (Esteban Lamothe), con el que enseguida comienza una relación amorosa. La combinación entre dos padres que de algún modo representan a la pequeña burguesía menemista, incapaces de controlar a una hija caprichosa que todo el tiempo se les escapa de las manos, y las habilidades manipuladoras de un hombre que juega al estupro a conciencia, consigue generar un escenario oscuro y ominoso. Avanzando sobre el filo de los límites morales, Abzurdah amenaza con convertirse en un paseo perverso y hubiera sido mejor si se hubiera atrevido a hacerlo, a profundizar el retrato de esa intimidad no exenta de ingredientes siniestros.En lugar de eso desbarranca en un catálogo de adolescencia explícita (algo así como pornoadolescencia), en donde la bulimia y la autoagresión parecen surgir si no de la nada, al menos de manera artificial. Goggi elige presentar el asunto de forma estetizada, registrando cada vómito, cada herida auto infligida y los intentos de suicidio siempre en primer plano y con puestas en escena “luminosas”, subrayadas por melodías ligeras que tienen algo de naïves. Esa opción por lo explícito a la hora de provocar al espectador es una clara muestra de impotencia narrativa para abordar un tema delicado como la bulimia, sin poder ir mucho más allá de la superficie de sus síntomas más inquietantes. El final tranquilizador y repentino pone aún más en evidencia esa voluntad de provocación gratuita y manipulación.La sorpresa, moderada pero sorpresa al fin, viene por el lado del trabajo protagónico de Suárez. Chica de nombre fraguado a fuerza de escandaletes mediáticos más que por su currículum actoral, realiza sin embargo una labor aceptable poniéndole el cuerpo a la perturbada Cielo. Dado el contexto, ese resulta un mérito no menor.