La princesa está triste...
Abzurdah es el Nick que usa Cielo (Eugenia Suárez) en el ICQ -programa de chat usado en los noventas-, donde conoce a Hogweed, con quien pasa las noches chateando hasta que la cosa sube de tono y acaban conociéndose. El muchacho, diez años mayor que ella, en realidad se llama Alejo (Esteban Lamothe), y desde el primer momento en que se ven Cielo se enamora perdidamente de él, literalmente hablando.
A los 17 años, Cielo cursa el último año de la secundaria en un colegio privado de La Plata, ciudad donde se crió en el seno de una familia acomodada. No es la más popular de la clase, sí la más rara; soberbia, creída de sí misma y bella, muy bella.
El enganche con Alejo crece al mismo tiempo que él la evita y busca enfriar la relación. Pronto, él se convierte en una obsesión, la única emoción verdadera en la vida de una chica rica y aburrida. Un día Cielo encuentra un "alivio" ante tanta depresión y desconsuelo, comienza a atacar a su cuerpo, se vuelve anoréxica y hasta llega a lastimarse a sí misma.
La cámara se enamora del rostro de Eugenia Suárez, es lógico que así sea, pero la directora no logra salir de su embrujo y durante la primera mitad del filme la belleza de la "China" se impone por sobre lo que le sucede al personaje, muy bien interpretado por ella. No ayuda el contrapunto con Lamothe; actor de moda, monocorde en el hablar, a quien es difícil entenderle si está afirmando o preguntando algo. Todo lo dice de la misma manera, sin inflexión o emoción alguna.
Suárez salva con su actuación lo que no se ve de su proceso de adelgazamiento, apenas delineado con algo de maquillaje. El drama de la anorexia es retratado aquí de forma lineal, apegándose el relato a lo que le sucede a Cielo, no más que eso. La adaptación no aprovecha la oportunidad para llegar al público al que se dirige, marketineramente hablando, con un mensaje más amplio sobre el tema. Es una decisión. Después de todo, se trata de un producto más de la industria que también impone modelos que no ayudan en lo social a combatir semejante flagelo sufrido por tantas adolescentes.