Suéltame pasado!. Se lo ve angustiado a Peter (Adrien Brody), envuelto en una oscuridad constante, sumido en una perplejidad que es incapaz de resolver. Su hija murió en un accidente, tal vez por su culpa, y desde entonces no consigue decifrar qué fue lo que le distrajo aquel día. Ese hombre, atribulado, intenta llegar hasta el punto de conflicto escarbando en sus recuerdos y emociones. Cierto día, una misteriosa niña se aparece en el consultorio de Peter, él intenta comunicarse con ella pero la niña no habla y tal como ha llegado, desaparece. Así, entre sobresaltos varios y fantasmales apariciones transcurre este relato denso, aburrido y sin rumbo claro. No es sino hasta el final que el director presenta algo de acción y coherencia en el relato, apoyado en obvias y esclarecedoras declamaciones. Brody aporta su lánguida figura y capacidad interpretativa a un filme que espanta al público más pronto que tarde, pero de la platea.
La guita te motiva. En general el cine nos invita a jugar, a dejar de lado la lógica y meternos en el juego que nos plantea el director. Decidimos hacernos los distraídos ante situaciones poco verosímiles, de la misma forma en que miramos para otro lado cuando un mago inexperto pifia en un truco. Pero todo tiene un límite. Ese límite, en el cine, muchas veces se pasa y por mucho. Es el caso de esta película, la que nos pide que le dejemos pasar muchas situaciones peleadas con el sentido común. Tenemos a un tipo, Joaquín (Leonardo Sbaraglia) en silla de ruedas, claramente agobiado por una traumático accidente en el perdió a su mujer y su hija. Solitario, parco y con un viejo perro como compañía decide poner en alquiler una habitación en la terraza de su casa. Así llega una chica, Berta (la española Clara Lago), con su hija a tomar posesión del lugar, literalmente. La joven es impetuosa, descarada, invasiva, y su hija muda, pero no porque no pueda hablar sino porque no quiere hacerlo. El tipo en cuestión se dedica a reparar computadoras en el sótano de la casa; todo transcurre con normalidad hasta que un día escucha ruidos del otro lado de la pared. Curioso, el hombre se arma de artilugios varios, todos a mano, para poder escuchar y hasta observar lo que sucede del otro lado. No tarda en descubrir que un plan delictivo está en marcha, y que él puede sacar provecho de ello. La película ofrece una buena actuación de Sbaraglia, una mediocre de Pablo Echarri, una de Clara Lago que es difícil de evaluar por estar doblada al porteño por una locutora de perfecta dicción, demasiada perfecta, y un elenco de secundarios en el que solo el español Javier Godino logra destacarse. El resto ostenta el problema habitual de muchas producciones nacionales, extras de pésima actuación. La dirección de arte tiene por momentos mucho de aviso publicitario, por un celo excesivo en detalles técnicos que anulan el alma de la escena, y entonces todo se ve "plantado", falso. Hacia el final, el director elige poner morbo y sordidez donde claramente no era necesario, en especial al involucrar a una menor en escenas donde su presencia no aporta, más bien distrae y molesta. Y es que estamos ante un filme comercial que no busca romper ningún molde ni transgredir formato alguno.
Entre dos tierras. Este es un filme sobre inmigrantes. Podría ser la historia de una galleguita llegada a Buenos Aires en la primera mitad del siglo pasado, pero es la de una irlandesa que viaja a Nueva York en busca de un futuro mejor. En esencia es lo mismo. El desarraigo, el temor a lo desconocido, la ilusión de un provenir venturoso, todo lo que es común en aquellos que dejan su tierra para aventurarse en la búsqueda de una mejor vida; de eso trata esta película.Eilis (Saoirse Ronan) es alentada por su hermana a dejar el pueblo irlandés en el que vive. Con la ayuda de un sacerdote radicado en Nueva York, Eilis cruza el océano para radicarse en una casa de huéspedes en Brooklyn, barrio en el que además tiene un empleo asegurado. La joven sufre horrores el estar lejos de casa y de su madre y hermana, pero trabajar y comenzar a estudiar por las noches le ayuda a mitigar la tristeza. Mucho más la ayuda el conocer a un chico.Pasará algo más de la mitad del metraje para que surja un conflicto. Hasta entonces todo se trata de contemplar cómo Eilis lleva su vida de inmigrante, algo que dependerá de cada uno evaluar qué tan interesante le resulta. El director se empeña en ser grandilocuente y reforzar cada escena con música que subraya el tono melodrámatico elegido. Excesivamente melodrámatico. La producción artística se expresa por sí sola en cada plano, como así también las excelentes actuaciones, de manera que no era necesario resaltar tan gruesamente lo que de por sí podía ser sutil. Pero el director está decidido a ir por algunos premios, algo que se nota. Mucho.La cuestión es que a la pobre Eillis se plantea un dilema que el guionista resuelve de una forma algo torpe y caprichosa. Y rápida, para un relato que se toma su tiempo, bastante, para presentar los personajes y la adaptacion de la protagonista a su nueva vida."Brooklyn" es de esas películas que parecen ser más de lo que son en realidad, como esos paquetes ampulosamente armados cuyo contenido no coincide con su presentación.Nuestra calificación: Esta película justifica el 70 % del valor de una entrada.
Ningún juego de niños Hubo un tiempo en que el cine para adolescentes se ocupaba de conflictos amorosos, competencias de baile o líos de secundaria. Ahora los chicos andan en revoluciones armadas o, como en este caso, en plena lucha contra extraterrestres. Todos sabemos que nada es porque sí, y la inocencia en Hollywood se perdió hace años, si es que alguna vez la tuvo. Cassie Sullivan (Chloe Moretz) tiene papá, mamá y un hermano menor. Su vida transcurre por los carriles normales de una adolescente que va a la secundaria y no tiene más preocupaciones que la de gustarle a algún chico. Pero, de pronto, un extraño objeto aparece en el cielo. No se sabe qué es ni de donde viene. Solo está ahí. Hasta que un día da la primera señal, envía un pulso electromagnético que deja sin electricidad al planeta y evita que los motores funcionen. Esa es la primera ola. Le seguirán tres más hasta llegar a la quinta, la que terminará con la vida en la tierra. Obviamente, Cassie es uno de los elementos fundamentales para evitar que la catástrofe suceda. El inicio es interesante pero pronto ese interés se diluye ante lo previsible y obvio que es el relato. Entre chicos convertidos en milicianos y protagonistas con las hormonas en ebullición, la trama se vuelve ridícula y pierde toda sorpresa. Lo peor es la instalación de chicos armados con fusiles antes la idea de que "otros" pueden invadirnos. Algo como volver a las fuentes, cuando en los cincuentas se hacían filmes como "La invación de los Usurpadores de Cuerpos" para hablar del peligro de la invasión comunista. Pero en esa época, al menos, dejaban el asunto en manos de adultos.
Charlie no se rinde La pandilla creada por Charles Schulz en 1950 vuelve al cine, esta vez en 3D y animado digitalmente. La buena noticia es que sus realizadores se han ocupado y supieron respetar el trazo clásico característico en la obra de Schulz, aún cuando no hay un lápiz de por medio. La historia es simple. Una nueva vecinita llega al vecindario y esto complica la ya de por sí complicada vida de Charlie Brown, siempre inseguro, tímido, torpe. Como decía el filósofo Adolfo Castelo, todo lo que un tipo hace en su vida es para levantarse minas. Y ahí va Charlie, todo ímpetu y ganas, se decide a superar sus miedos y ganarse la simpatía de la niña en cuestión. Paralelamente, su perro Snoopy libra una guerra cerrada como el As de la Primera Guerra contra el Barón Rojo. La propuesta es un bálsamo entre tanto ruido disfrazado de película. Desde la simpleza del dibujo, la música sin estridencias y un humor que hace base en el gag rápido y bien construido, la película ofrece algo más que entretenimiento, le da a sus espectadores un motivo para reencontrarse con chicos que remontan barriletes, juegan en parques o dejan volar su imaginación, aunque estos chicos estén dibujados. Es deseable que a los de carne y hueso se les pegue algo de todo esto.
Nada de héroes Un médico de guardia (Diego Velázquez), que se dedica a cubrir las guardias que deberían hacer otros a cambio de unos pesos, no pasa por una buena racha. Los pacientes que le llegan al hospital del conurbano donde trabaja no zafan, se le mueren todos. Como pasó con el último muchacho que llegó todo golpeado luego de que lo ajusticiaran entre unos cuantos. Está mal el doctor, encima se olvidó el cumpleaños de su hija y algo así cuando se está separado es el inicio de una batalla insoportable con la ex. La noche recién empieza y ya no le alcanzan las pastillas al tordo para sobrellevarla, pero lo peor todavía no pasa. Ahí vienen, traen a uno medio muerto, es la banda de Nafta Súper que trae a su líder inconsciente y exigen al pobre doctor, de la peor forma, que salve la vida del capo. Presión no es lo que necesitaba nuestro sufrido protagonista esta noche, pero ahí está, hace lo posible por estabilizar al que ahora es su paciente mientras escucha de boca de los secuaces las más disparatadas historias. Todas remiten a un carácter sobrenatural del líder de la banda, a épicas luchas territoriales y contra la ley. El relato se basa en la realidad que viven los hospitales del conurbano bonaerense, esa que vemos en los noticieros, médicos amenazados, toma de rehenes, abusos varios. Pero eso tan cotidiano y real es solo la base para jugar con la idea de seres súper poderosos, como si fueran el reverso de los héroes de DC, que exponen su propia filosofía, en general benevolente con el mundo de la delincuencia y hasta con cierta poesía tendiente a edulcorar a los malhechores y dejar como villanos a los que están del lado de la ley. Esto se hace explícito solo con ver como es presentada la policía. La película tiene en Diego Velázquez a un excelente protagonista que mientras está ligado al mundo real hace que el relato fluya, pero se pierde cuando se presenta la ambigüedad fantástica y entran elementos puestos para la tribuna, como el personaje de Capusotto, innecesario a los efectos del relato, pero seguramente necesario para vender la película; de hecho tiene un lugar en el afiche que no es acorde a su participación en la película. Tal vez en la novela funcione el juego con los superhéroes, al fin y al cabo queda en la cabeza de los lectores rematar el chiste, pero el cine es otra cosa, entra el director como intermediario y en este caso lo explícito de ciertas escenas solo contribuyen a la confusión. No ayudan la mayoría de las actuaciones, excepto la del ya destacado Velázquez y Lautaro Delgado, que logra sacar adelante su travesti, a pesar de lo discursivo de su personaje. Dirigida a los aficionados al mundo de los cómics y el cine fantástico, "Kryptonita" se queda a mitad de camino entre la comedia negra, el drama existencial y un cine para amigotes, esos con los que compartir ciertos códigos, relegando así al gran público.
Delete Dos hermanos, una mujer, un crimen y la traición como eje. Los clásicos buenos elementos para un policial, solo hay que saber cómo manejarlos, de qué forma presentarlos. Ahí está el problema. El estilo narrativo de esta película remite a lo peor de los ochentas, con música incluida, y escenarios que pretenden aportar dramatismo y solo quedan como decoración snob. El filme inicia con un hombre que habla en un interrogatorio y solo enumera lugares comunes respecto a las redes sociales, en una actuación tan forzada y artificiosa como las que vendrán después, y de las que solo se salva Graciela Alfano, quien con oficio y carisma sortea favorablemente la interpretacion de unas líneas imposibles. La trama va y viene entre la relación conflictiva de dos hermanos que deben hallar la forma de encubrir un homicidio y el sujeto que es interrogado por un mujer -de pésima interpretación- y solo lanza consgnas conspirativas sobre la red. La conexión entre ambas historias nunca cuaja en el resultado final. "Testigo Íntimo" pretende intrigar al espectador, y hasta sorprenderlo, algo difícil de lograr si el sujeto se fue ofuscado de la sala o si, para aprovechar el soporífero clima impuesto por el director, se quedó apoliyado.
Si los viera el viejo tío Si lo que Guy Ritchie quería era pasear un par modelitos por la pantalla como si estuvieran en una pasarela, y hacer una oda sixtie con guerra fría incluida, bien podría haber hecho su propia obra sin usa el nombre de una serie mítica. Pero hay que usar marcas conocidas para hacer nuevos productos y que la maquinaria siga funcionando. Cuestión que el otrora inspirado Ritchie pretende distraernos con sus conocidos artilugios de lo que en realidad es una trama pavota y remanida. Es decir, el viejo truco del villano que se roba una bomba nuclear. Al menos Mel Brooks supo ver en la serie televisiva el material necesario para hacer una parodia. Y eso fue mientras la serie existía, en los sesentas. Cincuenta años después a la industria no le da para hacer algo que esté a la altura de las circunstancias. Y no es que todo esté mal, el primer acto es bueno, predispone a la buena acción y presenta a los personajes de forma muy definida. Tal vez ahí se encuentra uno de los problemas. Los roles. Henry Cavill y Armie Hammer son como un chiste a medio contar, no llegan a ser paródicos y tampoco resultan muy creíbles. Especialmente Hammer, un sujeto insulso, sin carisma, de esos cuyo rostro no perdura un segundo en la mente luego de que alguien que lo vea. De hecho, en "Entourage" deben su gritar su nombre cuando hace el cameo para que el público sepa quien es. Así, un espía estadounidense y un espía ruso deben trabajar juntos para desbaratar un plan siniestro que pone en jaque la tensa paz que reina en el mundo luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. Los roles secundarios son más interesantes, especialmente la francesa Elizabeth Debicki, quien hizo todos los deberes necesarios para encarnar a una villana glamorosa y sofisticada; y el alemán Sylvester Groth como un sádico torturador. Hay escenas sueltas, que sobresalen como un golpe de tambor fuera de tiempo, que sirven para sacarnos del tedio que la falta de ritmo de relato nos impone. Esas escenas nos devuelven algo del Ritchie que conocemos, son como destellos que no alcanzan a compensarnos el aburrimiento que el británico nos hace pasar.
Lejos del Raid Es obvio que la Disney no va a dejar de explotar la enorme librería de Marvel que tiene a su disposición, y a quien ahora le tocó llegar al cine es al Hombre Hormiga, nombre que mueve más a la risa que al respeto, desde ya. Pero hay algo que los responsables de llevar adelante semejante empresa tienen muy en claro, la forma de presentar cada personaje al público. El filme de Thor tuvo su tono, como los de Capitán América el suyo y Iron Man el propio. En la línea de este último se puede ubicar a Ant-Man, todavía más volcado a la comedia, tal vez el relato más divertido de los estrenados hasta ahora por la compañía. Scott (Paul Rudd) sale de prisión luego de purgar condena por un asalto memorable. Sin trabajo estable e imposibilitado de ver a su hija, Scott acepta volver a hacer un "trabajo", uno que sin saberlo todavía, va a cambiar su vida, y su tamaño. Lo que queda es disfrutar de un festival de efectos especiales que ya son marca de la casa, todo bien regado de oportunos gags y buenas escenas de acción, sin demasiada sorpresas, hay que decirlo. Paul Rudd encaja bien en el universo Marvel, como así también Evangeline Lilly, con futuro asegurado. Da gusto ver a Michael Douglas, seguro y entregado al juego, y al hoy en boga Corey Stoll como un villano de cuidado. "Ant-Man" no ofrece tantos matices como la línea de personajes principales de la empresa, pero como segunda línea cumple con una buena dosis de aventura para servir de apoyo a "Los Vengadores". Mientras tanto, resta esperar hasta donde la Disney va a estirar la fórmula y si el público estará ahí; o, harto de tanto súperheroe, ya habrá cambiado sus preferencias.
Carne latina de cañon La agente Cooper (Reese Witherspoon) pasó su infancia sobre una patrulla; mientras acompañaba a su padre policía se divertía jugando con pistolas de juguete al tiempo que se aprendía todo el protocolo policíaco. Hoy, ya adulta, es parte del personal policial dedicado a la logística dentro de una comisaria, lejos de la acción, algo que está a punto de cambiar. Un conocido y pelgroso narcotraficante ha sido capturado y pronto irá a juicio, para declarar en su contra hay un par de testigos protegidos que deberán ser escoltados hasta su llegada al tribunal. Esa misión será asignada a Cooper, ya que uno de los testigos es mujer. Lo que parecía algo sencillo de pronto se convierte en un infierno, especialmente cuando Cooper sea considerada una fugitiva y su protegida, Daniella Riva (Sofía Vergara), una testigo en peligro. El esquema de policía-testigo que fugan luego de caer en una celada no es novedoso, ni menos el juego de opuestos que se propone aquí entre la recontra MILF Sofía Vergara y la mata pasiones Reese Witherspoon. La primera se devora la película por prepotencia de lomo y simpatía, aunque su registro esté diez cambios arriba del de Witherspoon, con más y mejor oficio en el género. Pero el problema es un guión ligero, muy desparejo en cuanto a gags que para peor no cuenta con una dirección que imponga el ritmo que la comedia necesita. Queda para un aparte la eterna estigmatización de los latinos como narcos y pendencieros, aunque en este caso nos permite disfrutar de una pequeña participación a cargo del siempre notable Joaquín Cosio ("El Infierno", "Matando Cabos").